60 días de lucha y 60 muertos

La segunda fase de la rebelión iniciada el 04 de enero, camina casi a un definitivo desenlace en el marco de la huelga nacional indefinida declarada por la central, CGTP, a partir del próximo jueves 09 de enero, en la que amplios sectores obreros, populares y de vanguardia, asumimos el desafío de derrotar de una vez por todas al régimen de sangre que encabezan Baluarte y el Congreso.

El 7 de diciembre el ex presidente Pedro Castillo realizó un fallido autogolpe de estado y terminó preso acusado de rebelión.

Ese día se iniciaron las protestas que configurarían una verdadera rebelión en el Perú que ya cumple 60 días y que ya deja casi 60 muertos de bala y un cuadro de desastre nacional. Sin embargo, esta historia aun está por escribir sus páginas más decisivas.

 

Ni siquiera adelanto de elecciones

Los debates sobre esta crisis son amplios aquí y afuera del Perú, y los enfoques como las perspectivas son múltiples. Pero si algo explica la crisis actual son los hechos ocurridos la última semana en el Congreso, que en 4 días de sesiones y más de 10 horas de debates rechazó 3 proyectos de ley que planteaban diversos mecanismos y fechas de adelanto de elecciones, visto como una salida para descomprimir la enorme presión social bañada de sangre.

En el camino, se dejó sin efecto el proyecto votado en primera instancia el 15 de diciembre pasado y que adelantaba las elecciones para abril 2024, cuando ya se contaba con dos decenas de muertos, de tal forma que la conflictividad volvió a ser colocada en un punto muerto, provocando una mayor confrontación.

Si antes de esta crisis el Congreso tenía una aprobación de 6% hoy no solo es desaprobado sino concentra el odio de la mayoría de la población. Lo sucedido en el Congreso solo es visto como un intento de la mayoría de sus miembros, de derecha e izquierda, por aferrarse a sus curules y a las prebendas que ellos otorgan, sin importarles la grave crisis ni las demandas que estos días encienden al país.

El entrampamiento parlamentario podría tener una solución con la renuncia de Dina Boluarte porque el Congreso se vería obligado a colocar un gobierno provisional y a convocar a elecciones de manera inmediata, pero la Boluarte, también se aferra al poder. Esta misma semana dijo: “Mi renuncia no está en juego”. Así, la confrontación solo tiene a crecer más todavía.

La burguesía y el imperialismo, con excepción de sus alas de ultraderecha, están por el adelanto de elecciones. Para aprobar el adelanto de elecciones se requiere una reforma constitucional que solo se puede hacer con 87 votos (más de dos tercios) del Congreso, y para llegar a ellos es necesario el voto favorable del grueso de la bancada de izquierda (47). Pero parte importante de esos votos (sobre todo de Perú Libre y Boque Magisterial), es esquivo, por su poco velado interés de poner por delante su permanencia en los cargos, ahora bajo la forma de la condición de que se incluya en la votación la consulta a un referendo para la convocatoria a una Asamblea Constituyente, una propuesta que es “innegociable” para los otros sectores burgueses, lo que ha producido el entrampamiento.

Con el propósito de conseguir los votos de esa izquierda esta semana se produjeron diversas “negociaciones” en las que se han explorado todas las posibilidades, como elecciones “complementarias” con derecho a reelección de los actuales congresistas (lo que es cuestionado como ilegal por varios especialistas), hasta adelanto de las elecciones para octubre de este año, como la iniciativa que impulsó el fujimorismo con explícito apoyo de la presidenta Boluarte, con una fingida postura que hacía caso a los que estaban en lucha. Pero fracasó.

La postura de la izquierda está lejos de ser “principista”. Mientras una minoría (Juntos por el Perú) se allanó a un acuerdo con los sectores de derecha, la mayoría (Perú Libre y Boque Magisterial) pretendió convencer a la mayoría de derecha con formas y argumentos que muestran su total adaptación al parlamentarismo burgués, de las bondades de su propuesta de consultar la convocatoria a una Constituyente. Reiteró así la misma postura conciliadora que mantuvo desde el primer día que asumió el gobierno de Castillo, y que ahora se ve grotesca porque mientras le ruegan a la derecha las masas luchan en las calles por conquistar dicha demanda sabiendo que no hay otro camino.

Dado que en el terreno parlamentario no hay salida a la vista, ni siquiera para resolver el adelanto de elecciones, se impone por la vía de los hechos la permanencia del statu quo que la derecha piensa empujar hasta su estabilización, al menos mientras su agravamiento no obligue a la burguesía a ordenar su redil para producir la salida.

 

Polarización

En la explicación del escalamiento de la crisis se mezclan fundamentos coyunturales con históricos. En el debate parlamentario un congresista fujimorista calificó la wiphala --la bandera multicolor que identifica los pueblos originarios y que se levanta en las movilizaciones--, como un “mantel de chifa”, mostrando el inmenso desprecio que siente la clase dominante hacia todo lo que es la herencia cultural del país.

Desde el campo de la crítica social se sostiene que el Perú no es una nación sino apenas un país fundado sobre una sociedad fractura entre el mundo andino y los conquistadores, fractura que se instaló con los métodos bárbaros de la acumulación capitalista originaria y que se mantuvo con la independencia a lo largo de 200 años dentro de sus parámetros de una economía dominada por el imperialismo.

Así, el modelo que se construyó fue polarizado entre uno extremadamente rico concentrado en Lima y otro extremadamente pobre concentrado en la sierra sur andina, dando lugar a enfrentamientos crónicos y permanentes, en esos 200 años, entre campos sociales que matizan la defensa de sus intereses de clase con atributos culturales, históricos y raciales con las que construyen sus propias identidades.

El reconocido antropólogo peruano Rodrigo Montoya dice que el actual levantamiento de los pueblos aymara y quecha es el primero de carácter político de su historia, porque se plantea el derrumbe del régimen. El anterior levantamiento se produjo entre los años 1950 y 1960, pero fue por la tierra y se resolvió con la reforma agraria.

El levantamiento se inició por la frustración que provocó el derrumbe del gobierno de Pedro Castillo a manos de las clases dominantes, un gobierno que consideraban suyo, y se agrava por la brutal respuesta represiva que reciben, corroborando el odio y desprecio que sienten por parte de esos mismos sectores, y que sintieron cada uno de los días que duró el gobierno de su paisano chotano.

No es casual, entonces, que la lucha tenga su origen en las comunidades campesinas quechuas y aymaras del sur y las localidades más pobres del interior del país, y sean ellas la que la sostengan con tanto esfuerzo y sacrificio, porque sienten, poco menos, que se les ha declarado la guerra. José María Arguedas (1969+), indigenista, antropólogo y novelista peruano, decía que la rabia en el ande no es lo mismo que la rabia como se entiende en español; aquel es mucho más hondo y violento porque al venir de un pueblo con costumbres comunitarias la rabia es sinónimo de guerra contra otro. Este es uno de los ángulos para entender por qué, desde esos rincones, no cesa una lucha que ya lleva 60 días y que se sostiene a un costo social inmenso.

La lucha actual tiene raíces históricas, pero sus motiva y enciende por profundas razones situacionales. Esto se ve en todos los terrenos. Un sujeto llamado Jorge Lazarte que preside un colectivo llamado “Integridad” y de manifiesto talante fascista, dijo hace poco: “los muertos están bien muertos” porque son “vándalos”, instigando con esto a que haya más muertos, y la declaración fue propalada por diversos medios y aplaudido por varios sectores de derecha. Ese mismo colectivo recaudó centenas de miles de soles de los grandes grupos empresariales para llevar “ayuda” a la policía y a los militares, cuyas armas y recursos brindados por el Estado para reprimir parecen no serles suficientes. Así como éste sujeto muchos propalan odio y violencia desde diversos medios, alientan huestes fascistas y se aúpan tras las FFAA y FFPP.

Al mismo tiempo, detrás de la leyenda oficial de que la protesta es instigada por narcotraficantes y mineros ilegales, el gobierno ordenó que se detuviera a sus presuntos “financistas”. Se detuvo a una humilde mujer con 1,960 soles (500 dólares), y un cuaderno de apuntes donde anotaba a mano las contribuciones que recibía y la que entregaba, por ejemplo 100 soles a un herido con perdigones, otros 50 a otro herido por una bomba lacrimógena para que sea tendido de emergencia…

La magnitud de la lucha actual solo se explica por la rabia acumulada. Los recursos caen por su propio peso: la gente más pobre hace colectas, la gente del campo vende sus animales, los de más recursos ponen dinero.

Lo mismo sucedió en la ocupación de la Universidad de San Marcos donde pernoctaban un grupo de manifestantes provincianos: fueron intervenidos como en una operación antiterrorista, pero entre sus alforjas no se encontró nada, ni una aguja, y tuvieron que liberados.

Estos son los fantasmas que se construyen para alimentar las huestes más reaccionarias y para accionar las operaciones de las FFAA y FFPP.

Por supuesto que todo esto es atizada por la mayoría derechista del Congreso y es instrumentada por su gobierno títere, con el discurso de que se trata de una asonada terrorista que pretende “tomar el poder”. En realidad, la Boluarte es una mediación en un plan que busca derrotar todo movimiento social expresado en organizaciones y una vanguardia, que aspira a un cambio del modelo y que obtuvo una victoria con la elección de Castillo, una experiencia que aquellos buscan enterrar definitivamente como para que no vuelva a reaparecer, como hicieron con Sendero, pues creen que están ante otro Sendero.

En este plan su baluarte principal son las FFAA, glorificadas todos estos años por su triunfo combatiendo al “terrorismo”, y lo es también un vasto sector de la clase media, alimentada por sus migajas, y de la que se destilan corrientes fascistas como la que simboliza el sujeto antes nombrado. Lo cierto es que el gran poder del capital, concentrado en las grandes mineras, las agroexportadoras y los oligopolios de la industria, que ha montado un Estado neoliberal con Constitución, leyes e instituciones, y que se ha rodeado de un gran poder mediático para defenderlos, alimenta la ideología y creencia de que éste es el único modelo válido que ha permitido el crecimiento del Perú y es la única garantía de su futuro. Y, por contrapartida, identifica a la oposición con Sendero y el chavismo, mostrado con el desastre que es Venezuela.

Esto es, una ideología con la que intentan mantener sin cambios todo el régimen con el que han acumulado poder y pretenden mantener sus privilegios, mientras han mantenido a las mayorías del campo y a los trabajadores, en la pobreza. El conflicto actual se resume en esto: o ellos preservan intacto su poder, o las masas en lucha le infligen una derrota abriendo camino a un cambio.

De este modo se edifican a los actores que protagonizan la extrema polarización que atraviesa al país, haciendo más lenta, dificultosa y dramática la salida.

La salida

Es evidente que la salida, antes de producirse va hacia una confrontación mayor. Por supuesto, nadie en los sectores que luchan ha buscado este camino, al contrario, ellos cada día son empujados por esta vía por la respuesta violenta de los grupos en el poder.

En los lugares donde se lucha se pasa hambre y carestía, no hay servicios básicos y también se producen enfrentamientos con aquellos que ya no resisten, pero el ánimo de lucha solo crece. Desde Palacio se ha voceado varias veces, y se hace ahora también, la idea que se estaría controlando la situación. Pero cada hecho cotidiano no hace más que desmentir esta versión.

Estos mismos días que estas versiones circulaban en los medios, detrás de las columnas de militares que con tanques van a liberar varias vías del interior, y que la Boluarte trata de mostrar normalidad en el funcionamiento del gobierno participando en algunas actividades oficiales, Defensoría del Pueblo informa que la movilización registra un alza; la SUTRAN (Superintendencia de Transportes) también informaba que los bloqueos de carreteras permanecen aún en niveles altos.

Lo cierto es que, para resistir, la población se toma un respiro y vuelve a la carga. En Madre de Dios, por ejemplo, todas las comunidades del interior han decidido cerrar el abastecimiento de la ciudad. En Lima, un distrito popular realiza hoy sábado 04 un paro con movilización al centro. Así, sin un plan orquestado, la lucha se mantiene en forma sólida y constante desmintiendo lo que se dice y se cree por arriba.

Por último, ratificando esta tendencia, la central, CGTP, luego de tantas idas y venidas acordó Huelga Nacional Indefinida a partir del 9 de enero y llama a sus bases a acatar la medida de fuerza.

Ante esta amenaza varios sectores de la burguesía y de la democracia burguesa, incluido el imperialismo, siguen presionando por el adelanto de elecciones. La misma Boluarte, viendo que los espacios se le achican cada día, presiona para que dicho adelanto sea para octubre de este año. El caos en que se ha convertido el Congreso ante la absoluta crisis de los partidos, como se ha visto, hace lenta y difícil su aprobación, aunque no es imposible.

Va a tener que arder más el país y realmente amenazar el poder de la burguesía, para que el Congreso se vea forzado a ponerse de acuerdo, o para que se produzca la renuncia de Boluarte. Estamos en este camino.

No obstante, en la medida que escala el conflicto también crecen las demandas: el adelanto de elecciones, aunque fuera para este año, ya no es suficiente para paliar la enorme bronca acumulada: ella solo podrá ser frenada con la caída de Boluarte, y es posible con la convocatoria a la consulta para una Constituyente.

 

9 de enero: la madre de todas las batallas

Todo depende del desarrollo de la huelga programada a iniciarse el jueves 9 de enero. Es casi la batalla final. Si al menos un sector de la clase trabajadora organizada se suma a ella, y los sectores populares del país también, haciendo de esta jornada una lucha decisiva de carácter nacional, es posible ganar.

Con este paso dado por la central no solo se ve un retroceso de su conducción burocrática. La dirigencia concurrió presurosa a saludar a Boluarte a Palacio a horas de ser elegida. Ante el inicio de la lucha se fue reubicando, hasta terminar acompañando el proceso. Su giro de ahora responde además a la necesidad de colocarse al frente, como dirección, para monitorear una salida a la crisis desde su terreno y política conciliadora.

En este contexto, los revolucionarios estamos enfrente de un desafío, también histórico. Los próximos días serán de lucha y trabajo para contribuir a poner en pie la lucha decidida de la clase trabajadora y el pueblo para ganar, al mismo tiempo que hacemos los esfuerzos por construir la organización revolucionaria que necesitamos para conducir esta lucha y llevarla hacia sus objetivo más estratégicos: la conquista de un gobierno obrero y popular, el único que puede sacar al país de la crisis.

 

 

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