¿CAMINO A PALACIO?
Pedro Castillo avanza casi seguro a Palacio. No solo son las encuestas (las que fabrican favoritos y que ahora no pueden ocultar la creciente preferencia por Castillo), sino es la realidad que se respira en todas partes, incluso en los grupos de poder donde muchos ya se alistan para esa eventualidad.
Los
capitalistas y ricos se apresuran a colocar sus fortunas a buen recaudo (trasladan
sus fondos a bancos del exterior, venden sus acciones, caen las bolsas, sube el
dólar) y congelan sus planes de inversión y de gastos; en tanto todos sus
medios, mostrando verdadera desesperación, desatan una guerra sucia intentando
cerrarle el paso al rondero de Chota y abrírsela a la hija del ex dictador, tarea
que equivale a querer salvar al Titacnic.
Estos
señorones, ni en sus peores pesadillas, se imaginaron que Castillo obtendría la
votación que alcanzó en la primera vuelta. Tampoco esperaron que en la segunda
vuelta muy pocos presten oídos a su campaña de miedo al “comunismo” para
favorecer a KF, y que la mayoría se siga inclinando por Castillo.
Una
situación similar sucedió en 1990, cuando un desconocido (Fujimori) pasó como
un tsunami a la segunda vuelta, y luego en ésta se impuso por amplia ventaja nada
menos que al todopoderoso MVLL, que había unido tras él a toda la burguesía y a
sus grandes medios. Más atrás, en los años 70, en Vietnam, un pequeño país
derrotaba la invasión criminal de EEUU, el coloso militar más grande del mundo.
No
hay duda que la historia de los pueblos está hecha de verdaderas hazañas. Esta
elección está en camino a ser una de ellas.
Ante
todo esto, el afamado escritor apunta lo siguiente: “de manera ingenua estamos
camino a una catástrofe”. ¿De manera ingenua? ¿Una catástrofe?
Depende
de la orilla desde donde se miren los acontecimientos. Para las mayorías ocurre
exactamente al revés: los ingenuos
de toda la vida dejaron de serlo esta vez votando por un candidato antisistema,
y ahora van camino a ratificarlo por segunda vez. Y lo hacen con la esperanza
de salir de la catástrofe a la ya que
fueron conducidos.
Hasta
el 11 de abril las campañas solían ser una rutina, con cambios de opciones y
tendencias, pero todo dentro de la continuidad y preservación del orden, tanto
que los empresarios solían aportar fajos de dinero a uno y a otro. Estas
elecciones también se presentaban así, pese a la poca o casi nula
representatividad de los candidatos, pero con un variado menú (que incluía a la
“izquierda” de Verónika Mendoza) que auguraba más de lo mismo, para gusto de la
burguesía y hartazgo para los de abajo. Es en este cuadro que se produce el click de Castillo y su discurso radical,
con los sectores hundidos por la crisis.
Las
circunstancias han hecho que ese candidato sea de una organización de extrema
izquierda con un proyecto reformista similar al de Evo Morales o Chavez. Pudo
haber sido otro. Así, los que votaron o piensan votar por Castillo, lo hacen no
por dicho proyecto o porque quieran el destino de Venezuela para Perú, sino sencillamente
porque encarna una esperanza de cambio.
Para
la burguesía esto es “comunismo”. Acostumbrada a descremar la riqueza del país
y sobreexplotar a la clase obrera, todo lo que signifique amenazar un solo pelo
de sus privilegios e inmensas fortunas, siempre será “comunismo”. En
concordancia con ello, actúan.
Ahora
desatan la mayor guerra sucia que hayamos visto en toda nuestra historia para
cerrarle el paso a Castillo. Su propaganda está orientada a polarizar a todos
contra él: no es un opositor sino es terruco; es un comunista que acabará con toda
propiedad, incluido las pequeñas, y degollará niños; se quedará en el poder y
no habrá más elecciones libres… En resumen, trazan la cancha de un modo que conducen
a la extrema polarización, y con ella anidan la violencia.
Los
indicios ya lo vemos no solo en las redes sino en la calle, en las fábricas
contra los obreros, en las casas de los patrones contra las domésticas y en los
mismos ataques que recibe Castillo en su recorrido por el interior. Ahora, como
dice el escritor, con suma “ingenuidad” van camino a aceptar una inminente
derrota, pero en realidad se preparan para una lucha que va más allá de las
elecciones y en la que jugarán al golpe de estado, para lo cual cuentan con el
apoyo cerrado de la PNP y las FFFAA. El argumento es el mismo y ya es aderezado
desde ahora: es la “defensa de la democracia”.
Siguiendo
el mismo libreto, la candidata KF, elevada ahora en “salvadora” de la nación,
llama a la unidad de los peruanos contra el comunismo, y pide reemplazar las
banderas naranjas por la roja y blanca del Perú como símbolo de esa lucha.
Pero
se equivocan. Los oprimidos y explotados vivimos acosados por el miedo todo el
tiempo, como en las fábricas donde se persigue la actividad sindical y se
castiga a los activistas, y no por ello dejamos de luchar.
Para
colmo, contra el fantasma del “comunismo” se pretende que apoyemos a una
candidata investigada por corrupción y hereda de los latrocinios más monstruosos
de la dictadura, solo porque garantiza la continuidad del modelo económico.
En
los últimos años, ante el descontento contra el modelo económico, se inventó
desde el seno de la burguesía una salida que reducía todo el problema a una
lucha contra el fujimorismo. Así, la burguesía liberal y democrática (uno de
cuyos militantes y figuras ha sido MVLL), a la que le capituló la mayoría de la
“izquierda”, canalizó apoyo obrero y popular en favor de Humala, PPK, Vizcarra
y Sagasti. Pero estos resultaron otros corruptos y aplicadores del mismo plan económico,
y se hundieron con el desastre social y sanitario de la pandemia. Ahora estos fervorosos
“antifujimoristas”, como MVLL, pretenden que votemos por KF, porque el modelo
de economía estaría amenazada por un mal mayor: el “comunismo”. Por supuesto,
su opción por el modelo es porque también es la fuente que alimenta sus privilegios,
y que para los obreros y pobres solo significa más hambre y muertes.
En
realidad, los únicos que pueden ser convencidos por este discurso son una
minoría, sobre todo de la clase media. Pero los que deciden la votación son las
amplias mayorías obreras y populares, que odiando a Fujimori no ven una amenaza
en Castillo sino una posibilidad de solución para sus demandas urgentes. Por
eso, Castillo tiene casi ganada su elección.
Ahora,
acorralado por la prensa, Castillo es obligado a morigerar sus propuestas y su
discurso, como la misma KF, que también hace lo mismo para convencer a los
sectores que la detestan. Pero la disyuntiva ya está planteada como una opción
entre ellos o nosotros.
Ante
este panorama, los trabajadores estamos en la necesidad de fijar una posición
independiente y de clase. Debemos cerrar fila contra el fujimorismo y la
patronal ubicada detrás de ella, y responder a los ataques y amenazas que
vierten contra Castillo no solo porque son un ataque contra la voluntad popular
sino porque también se dirigen contra nosotros. Y garantizar un voto masivo por
su candidatura.
De
otra parte, no podemos esperar el desenlace electoral y el cambio de gobierno
en julio, porque ahora mismo nuestra gente está muriendo por el virus y por el
hambre. Necesitamos retomar la lucha para exigir al Gobierno la atención
inmediata y efectiva a la emergencia sanitaria, y a las necesidades económicas
y sociales de la población, y exigir a Pedro Castillo que se pronuncie por
ellas.
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