AVISA A LOS COMPAÑEROS, PRONTO
Campaña de miedo en curso para impedir el triunfo de Pedro Castillo.
La
burguesía se ha dado cuenta que el terruqueo y las calumnias solo benefician a
Castillo y se ha enfocado en etiquetarlo como y chavista, comunista y marxista,
que equivalen a calificar a su candidatura como un camino seguro al desastre. El
periodista Juan Carlos Tafur lo resume así: “será peor que la pandemia”. Con mayor tribuna, el escritor Mario
Vargas Llosa afirma lo mismo cuando declara que votar por Castillo es casi como
viajar al infierno.
Pero
resulta que Pedro Castillo no es ni comunista ni marxista. Los que de verdad
profesan esta concepción (en la que nos incluimos), plantean el asalto del
poder mediante la insurrección para establecer la dictadura (sí, dictadura) de
la clase obrera y el pueblo organizados contra los ricos, porque es la única forma
de expropiarles y socializar la economía. Castillo, en cambio, apenas pretende
llegar al Gobierno por el voto y con las reglas que los mismos poderosos han
establecido. Es un demócrata.
También
lo acusan de “chavista”, para enrostrarnos que estaremos como Venezuela con
venezolanos por millones corriendo de la pobreza. Pero Perú no es Venezuela, ni
Castillo es Chávez. Los procesos de cada país no son iguales sino propios, y es
al proyecto que plantea Castillo al que hay que referirse en concreto para
debatir su propuesta.
Para
los poderosos, el “delito” de Castillo es haber expresado el voto de protesta e
indignación de los pobres hundidos en el hambre y la desesperación por las
consecuencias de una pandemia desatendida por los gobernantes y a la que le
dieron la espalda el resto de candidatos. El masivo voto por Castillo puso en
la mesa electoral el debate sobre este tema crucial: cómo evitar que la gente,
sobre todo pobre, siga muriendo como moscas por falta de oxígeno y camas UCI, y
por falta de vacunas; de cómo combatir el hambre y la miseria que agobia a las
mayorías, de cómo garantizar la educación de los niños pobres.
Castillo,
además, ha tenido el mérito de simplificar el voto como un voto de los pobres
contra los ricos, de los esclavos contra sus amos, haciendo que los poderosos
saltaron de sus asientos y sus voceros respondan que eso es “promover la lucha
de clases” y la división entre peruanos.
Pero
la lucha de clases ni la división entre peruanos lo inventó Castillo sino es la
realidad nuestra de cada día. ¿Qué es sino lucha de clases cuando 9 mil pobres invaden
los terrenos de Chorillos en busca de un techo para vivir, mientras el gobierno
les lanza a la policía? ¿Qué es sino lucha de clases los que enfrentan los despidos,
las suspensiones, los ceses y la infinidad de abusos patronales? ¿Y acaso los peruanos estamos “unidos” ante la
pandemia por el abandono de la salud pública, y porque en la enfermedad, la
vacunación y en la misma muerte --donde muchos entierran a los suyos en
cementerios clandestinos--, vemos con absoluta claridad la división de clase?
Castillo
también dice que ante esta cruda realidad al fin se cayó el vendaje. Y no le falta razón. 30 años escuchando la
misma música sobre el capitalismo liberal, el libre mercado, la libre empresa y
presentando a los trabajadores como “colaboradores”, se vinieron abajo en un
año de pandemia, permitiéndonos ver que realmente somos trabajadores
asalariados, campesinos pobres, subempleados y desocupados en un país lleno de
riquezas pero apropiados por un puñado de capitalistas, incluso en plena
pandemia.
La
diferencia de clase no solo lo vemos cuando los de arriba se encuentran mejor protegidos
ante la pandemia y la crisis, sino también cuando los trabajadores pagamos con
nuestros empleos y salarios la protección de los negocios empresariales y cuando
tenemos que enfermar y hasta morir para garantizar la producción de ganancias. Los
datos están a la vista y casi todo son nuestros: 160 mil muertos y casi mil
diarios. Dos millones y medio de despedidos, 250 mil trabajadores en suspensión
perfecta, 25 millones en la pobreza y pobreza extrema, cientos de miles de micro
y pequeños empresarios arruinados. La pandemia es una calamidad. Pero más calamidad es el capitalismo al entregarnos
a la muerte para protegerse y seguir acumulando.
Sin
embargo, lo que de verdad ha hecho saltar de sus asientos a los empresarios y
sus corifeos (MVLL y los charlatanes de la democracia), es la propuesta de
Castillo de nacionalizar los principales
recursos: la gran minería y el gas entre ellos. Él dice: tributan el 30% y se
quedan con el 70%, y debe ser al revés, la mayor parte para el Estado; y si no
aceptan deben ser nacionalizados. Tiene razón.
Si la gran riqueza que se produce sigue apropiada por unos cuantos como hace 30
años, jamás dejaremos de ser un país de pobres, y en la actual pandemia --que
tiene para rato—seguirá cobrándose infinidad de víctimas y más pobreza, al
ritmo de la música de siempre. Castillo lo plantea como la única forma de
obtener recursos para enfrentar la grave crisis social y pandémica que vivimos.
Es lo que propone el Partido Socialista
de los Trabajadores desde el inicio de la crisis: no hay forma que hacer la
guerra a la pandemia sino es echando mano a las grandes riquezas. Todo lo demás
es demagogia.
Ahora,
Keiko Fujimori pretende engañarnos con el discurso de que en lugar de quitarles
a los ricos “hay que generar más riqueza”, que genera empleo, cuando ya sabemos
el resultado de 30 años aplicando la misma política. Esto es lo que está en el
centro del debate: que sigan acumulando los grandes capitalistas mientras nosotros
morimos, o se aplican reformas nacionalistas para atender la emergencia.
Esto
no es comunismo ni marxismo, es nacionalismo burgués. Es el
nacionalismo de Haya de La Torre de los años 30 del siglo pasado. El de Perón
en Argentina y de Velazco Alvarado, que nacionalizaron las grandes empresas y
entregaron concesiones pero nunca, nunca, pusieron en cuestión la propiedad
capitalista, y nadie los acusó de comunistas ni marxistas, aunque si fueron
combatidos por los grandes afectados.
Este
hecho (de afectar los grandes intereses capitalistas) es lo que explica que nos
respondan con el odio más rancio de esencia clasista. No hablemos del racismo y
odio que expresan mucha de la gente acomodada, sino del odio que destila, por
ejemplo, el mismo MVLL que dice –según declara su propio hijo--, siente “aversión
y horror” por Pedro Castillo. Y debe ser una aversión y horror monumentales,
pues ahora respalda a Keiko Fujimori a la que acusaba, hasta ayer nomás, de ser
“hija de un ladrón y corrupto que jamás puede ser elegida presidente”. Los
llamados caviares y “demócratas”, que decían y marchaban lo mismo, ahora repiten
a MVLL. La explicación es muy sencilla: todos ellos prefieren a asesinos,
corruptos y dictadores en el poder, antes que ver tocadas las grandes riquezas
capitalistas, la que ven amenazadas por la propuesta de nacionalizaciones
planteadas por Castillo.
Su
respuesta no nos sorprende. Es normal. Cuando las extranjeras Southern,
Shougang, MMG, Glencore, o los “nacionales” Benavides (Minas Buenaventura),
Rodriguez Pastor (Interbank), Romero (BCP), etc., saltan de sus asientos y
ordenan el ataque a Castillo y el apoyo a Fujimori, lo que están haciendo es
defender sus enormes intereses. Y lo hacen –nada menos—que poniendo en acción
el mecanismo de la lucha de clases que niegan para nosotros. A Haya de La Torre
y a sus seguidores los persiguieron y encarcelaron, y el levantamiento obrero popular
de Trujillo (la revolución de 1932) contra dichas represalias, terminó en la
más terrible masacre de toda nuestra historia en la que fueron pasados por las
armas más de dos mil, entre ellos muchos obreros. (Haya de La Torre terminaría
capitulando a la vieja oligarquía). Por eso también Velazco Alvarado, que hizo
un gobierno institucional de las FFAA en la misma onda del nacionalismo en boga,
es cubierto de apelativos.
Estamos
avisados. La clase enemiga, se ha puesto en pie de guerra en la más clara lucha
de clases de los últimos tiempos en Perú, para impedir por todos los medios el
triunfo de Pedro Castillo. Lo hace con dos caras. Por un lado, para ganar las
elecciones, Keiko Fujimori es vestida de demócrata, estadista, convocante; en
una palabra, se pinta de buena con el apoyo de todos los medios y todos los
falsos demócratas; mientras pintan de demonio a Pedro Castillo. Pero, por otro,
en la calle, en la fábrica y en los lugares de trabajo, a los que apoyan su
candidatura, los señalan de terruco y comunista, y los despedirán, perseguirán,
agredirán, tratando de barrerlos por completo, en una escala que recién ha
comenzado. Siembran violencia. Tengamos presente que todas las guerras civiles se
iniciaron así, con la violencia sembrada por la burguesía.
Si
el sistema fuera un modelo seria de locos oponerse a él, y viviríamos felices y
Pedro Castillo estaría pastando a sus ovejas. La lucha de clases, en todas las
formas, apareció con las clases, y lo que ahora sucede es que mientras los
trabajadores y pobres nos defendemos y buscamos una salida de verdad afectando
los grandes intereses capitalistas, estos se defiendan, como siempre han sabido
hacerlo.
Avisa
a los compañeros entonces: hay que prepararnos porque esta lucha se
profundizará y no acabará el 6 de junio sino irá hasta el final, hasta el
triunfo o de ellos o de nosotros.
Si hermanos peruanos hoy es el momento pensar una nueva revolución de nuestro hermano castillo un nuevo cambio k tenemos k apoyar ...
ResponderEliminarPedro Castillo un revolucionario sangre incaico vamos Perú por una patria mejor y ganaremos....
ResponderEliminarhermanos: pobres. marginados. Explotados, acostumbrados de esta vida a vivir despierten iniciamos a luchar esta es la oportunidad no hay otra en un país rico en petrolero minería producción de gas entre otros y los peruanos pobres viviendo en miseria es una vergüenza.
ResponderEliminarDesde donde estemos enseñar y preparar a la gente para que no se dejen engatuzar por estos que ni siquiera tienen un poco de sentimiento por nosotros hermanos, Castillo sangre guerrera corre por tus venas castillo presidente.
ResponderEliminar