EL CANDIDATO SILENCIADO


Redacción de Red Obrera.

En la localidad de Mazuko en Madre de Dios, cuando encabezaba un mitin proselitista, Pedro Castillo fue detenido y conducido a la comisaria, en la que permaneció varias horas antes de ser liberado. Fue intervenido acusado de infringir las restricciones sanitarias establecidas, lo cual es un pretexto: a él se le reprime al mismo tiempo que concentraciones más numerosas promovidas por candidatos de derecha, se realizan en las mismas narices del Jurado de Elecciones, incluso con protección policial.

El hecho, en realidad, responde a una reacción del Gobierno contra un candidato contestatario que gana importante apoyo en el sur y donde en cada mitin y movilización concentra multitudes y gana adhesiones.

Si algo caracteriza a estas elecciones es la abundancia de  candidatos identificados con el gran empresariado y que no generan un ápice de confianza en la población. Verónika Mendoza (con los partidos de “izquierda” detrás de ella) era la llamada a hacer la diferencia y a presentar una verdadera alternativa desde el campo obrero y popular, pero se despinta. Se despinta porque apoyó a Vizcarra y ahora apoya a Sagasti, nuestros grandes verdugos, y con ello renunció a liderar la lucha por un plan alternativo para enfrentar la crisis sanitaria y económica que se ha descargado sobre las mayorías. Se despinta también porque adelgazó su programa para hacerse aceptable a la burguesía; por eso sus medios le dan cobertura presentándola como la opción de “izquierda”. Y se despinta en el sur que era su bastión.

Su despinte ha permitido que Lescano de AP levante vuelo en esa región y se proyecte a escala nacional. Lescano aparece más a la “izquierda” solo porque Verónika se ha derechizado, además es demagogo y su partido es el más tradicional de la burguesía que si hace Gobierno hará lo mismo que sus predecesores. Pero el despinte de Verónika también deja vulnerable su flanco izquierdo que es donde crece la opción de Castillo.

Pedro Castillo es un líder que mezcla dos mundos: es comunero y rondero y como tal un típico líder andino, y es un líder magisterial que encabezó una poderosa y exitosa huelga el 2017. Esto lo posiciona como una figura reconocida entre los sectores más empobrecidos y combativos del país. Muy distinto a Verónika, que salió de la entraña del humalismo y ahora es más producto de un trabajo conjunto de viejos aparatos de izquierda con ONGs.

Casi nadie cree en nadie y por eso las elecciones pasan deslucidas. Pero donde habla Castillo las concentraciones muestran entusiasmo y sincera adhesión. Y es que Castillo no aparece como un candidato más sino como lo que es, un luchador campesino y magisterial, y habla con indignación, con el lenguaje que la gente pobre espera escuchar en estas horas.

La propuesta de Castillo es contestataria y de indignación y como tal es la única que aparece en el otro polo en la actual campaña. De todo lo que plantea lo que más destaca es su propuesta de nacionalización de la minería, el gas y los recursos naturales, hoy saqueados por multinacionales, y no le falta razón, pues es la única manera, o el primer gran paso, para cambiar de verdad el país.

Pero lo que no dice Castillo es que semejante nacionalización solo lo lograremos con el pueblo y la clase obrera alzados en lucha, y enfrentados al gran capital, al Gobierno y sus partidos, y no votando por él. El voto nunca cambia la vida sino la acción y movilización. Por eso sus propuestas de cambios radicales dentro del capitalismo no conducen a nada y solo indican buenas intenciones.

Pero esta postura, que expresa la aspiración sincera de un sector empobrecido y luchador del país, es silenciada por los grandes medios en la actual campaña; y ahora, lo reprimen. Por eso hay que expresarle nuestra solidaridad.

 

 

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