¿DEL LOBO SOLO UN PELO? (El programa de Verónika Mendoza y Juntos por el Perú - JP)
Verónika Mendoza da un tono encendido a su discurso electoral como dando fe de que es candidata de “izquierda”. Pero pocos reparan que sus propuestas apenas buscan barnizar el modelo neoliberal que mantiene en el atraso y pobreza a las mayorías agravas hoy con la pandemia del covid.
El
periodista Jaime Althaus en una columna que titula “Mellizos”, compara el
programa de JP con el de Acción Popular y concluye: “es asombrosa la similitud entre los dos planes de gobierno”. (EC
05.02.21). No le falta razón. El programa de Acción Popular, el partido más
tradicional de la burguesía que ha gobernado tres veces desde 1963 infligiendo
duros golpes a los trabajadores, es similar al que plantean Verónika y JP en estas
elecciones. Vaya.
Lo
que sucede es que, como la crisis se ha agravado, Althaus –notable vocero de la
burguesía-- reclama de sus partidos pronunciamientos claros en favor de un
ajuste que recupere la ganancia capitalista. Y ocurre que AP se ha quedado con
el discurso populista que le diera réditos a Belaúnde, mientras JP ha aguado
más su programa intentando hacerse potable a la burguesía, acercándose al
candidato de la lampa.
Verónika
adelgazó su programa porque se cree segura de obtener el voto obrero y de los
sectores populares radicales que buscan una salida a la enorme crisis que nos
agobia. Otros dos candidatos del mismo signo buscan lo mismo (Marco Arana y el
profesor Pedro Castillo). Pero Verónika se posiciona mejor porque tuvo una
buena performance en las elecciones pasadas, y sobre todo porque cuenta entre
sus socios a los viejos aparatos de “izquierda” (PC, Patria Roja, etc.) que controlan
organizaciones sindicales y populares, entre ellas la CGTP.
La
domesticación de esta izquierda no impide que reciba una campaña demonizadora
de los sectores reaccionarios, y que ella se aproveche de estos ataques para
“victimizarse” y decirle a los obreros que lo atacan porque son de “izquierda”.
No debe sorprendernos: la reacción ve la amenaza del “comunismo” hasta en la
sopa. Además, esos mismos reaccionarios, luego que hicieran la misma campaña
contra el candidato Ollanta Humala en las elecciones del 2011, se acomodaron a
su gobierno y se unieron con él en el ataque al pueblo y los trabajadores. Ese
es su papel.
Rechazamos
con energía todas las sandeces que profieren esos sectores contra la candidata
de JP. Pero no concordamos con su programa y, por eso, no apoyamos su
candidatura. No somos de los que buscan un cargo en el Parlamento o en el
Estado, o como los que para “no quedarse solos” se adaptan a la corriente de
moda ocultando su programa e identidad. No. Nuestro proyecto es la revolución y
el de Verónika la reforma. Con el agravante de que su propuesta de reformas además
de tibio, es un engaño.
¿De qué “izquierda” hablamos?
El
nombre de “izquierda” se ha manoseado tanto que ahora cualquiera se llama así.
Sin embargo, hay que dilucidar posiciones, discriminar entre ellas y al menos conocer
algo de sus trayectorias.
Grosso
modo, la “izquierda” tiene su origen en José
Carlos Mariátegui que es reivindicado por todos como fundador del
socialismo en el Perú. JCM fue un brillante portavoz en Perú y América Latina
del marxismo de los años 20 del siglo pasado, del auténtico marxismo revolucionario
que con el Partido Bolchevique había conquistado el poder en Rusia y con la III
Internacional se proponía hacer la revolución mundial.
Acorde
con la orientación de esa III Internacional para los países atrasados, el
programa del Partido Socialista (que funda Mariátegui) plantea que la tarea en
el Perú era hacer la revolución
socialista llevando al poder a los trabajadores.
El
Perú de entonces, con fuerte herencia colonial, atrasado y pobre, no tenía ninguna
posibilidad de desarrollarse bajo el capitalismo, y su única posibilidad de
progreso era hacer una revolución que rompiera con el dominio imperialista y expropiara
a las clases pudientes, siguiendo el ejemplo de la clase obrera rusa.
En
concordancia con lo dicho, Mariátegui afirmaba lo siguiente: “La época de la
libre competencia ha terminado en todos los campos. Estamos en la época de los
monopolios. Los países de América latina llegaron tarde a la competencia
capitalista. Su destino es la de simples colonias…A medida que crezca su capitalismo y, en consecuencia, la penetración
imperialista, tiene que acentuarse este carácter de su economía.”
(Ideología y Política).
90
años después este diagnóstico del gran amauta se ve confirmado en la realidad.
En diversos momentos el Perú se fue integrando al mundo hasta la actual etapa
neoliberal, desarrollando de manera creciente “su” capitalismo de la mano del
imperialismo. Ahora hay “más capitalismo” pero bajo control y dominio
extranjero que condiciona el atraso y la pobreza del país. Y, por eso (como
presagiaba Mariátegui), hoy somos más “colonia” que hace un siglo. De ahí su
alternativa por el socialismo es de palpitante actualidad.
No
hay ninguna duda que un JCM vivo en estos días que sufrimos los desgarramientos
de un sistema capitalista que se pudre, sería un combatiente ferviente por el
socialismo, el socialismo que él vislumbraba cuando el capitalismo apenas usaba
pañales.
Sin
embargo, toda la “izquierda” que hoy habla en su nombre, abandonaría estos
planteamientos para abrazar el reformismo más abyecto.
Involución
Empezó
a hacerlo apenas acaeció la muerte del Amauta (1930). La muerte de Mariátegui
coincide en el tiempo con la consumación de la contrarrevolución stalinista en
la ex URRSS y la derrota de su ala revolucionaria (Trotsky). Dicha
contrarrevolución lleva a la degeneración de la III Internacional y de todos
sus partidos.
Con
Stalin, la III Internacional sería orientada a la alianza con la burguesía
“democrática” bajo el pretexto de la lucha contra el fascismo, y en los países
atrasados (como Perú), plantea la estrategia de una revolución “democrática”,
también en alianza con la burguesía, en lugar de la lucha por el socialismo.
Siguiendo
las directivas de Moscú, muerto Mariátegui, los dirigentes locales del PS cambiaron su nombre por el de Partido
Comunista, y reemplazaron su programa socialista por la alianza con la
burguesía progresista para esa llamada “revolución democrática”.
Para
colmo de males, este giro significaría un acercamiento al programa nacionalista
burgués del naciente APRA que Mariátegui había combatido hasta su último día
por considerarlo pequeño burgués e inviable.
Haya
de la Torre construía un movimiento nacionalista revolucionario que aspiraba a
conquistar la independencia nacional. Para Mariátegui no había ninguna posibilidad
de “independencia nacional” en alianza con la burguesía sino en lucha franca y
abierta contra ella, eso solo lo podía hacer la clase obrera levantando un
programa socialista. Mariátegui acertaría porque el APRA fracasaría en su
intento y años después terminaría asociado a sus enemigos de la oligarquía.
Pero Mariátegui no pudo calcular que sus herederos políticos terminarían
abrazando el programa aprista.
Esta
postura fue mantenida por toda esa “izquierda” hasta los años 70. El PC (fiel a
Moscú) capituló apoyando al gobierno de Manuel Prado en 1939 y a Belaúnde en
1963. Surgirían otras vertientes a su izquierda bajo la influencia de Cuba y
China, pero siempre afirmando la misma necesidad de una revolución nacional en
alianza con sectores de la burguesía.
Hasta
que, en los años 80, toda esa izquierda de manera colectiva renuncia a
cualquier proyecto revolucionario. De la consigna “el poder nace del fusil”
pasaron a la consigna “el poder nace del voto”. Abandonaron la clandestinidad
para ocupar cargos en el Parlamento, y se agruparon en Izquierda Unida y con Alfonso
Barrantes para ganar el gobierno por la vía electoral. Antes pretendía
alcanzar el poder por la vía insurreccional, ahora lo buscaba a través de las
elecciones.
Aun
así, su programa (de Izquierda Unida) aún mantenía los viejos planteamientos de
nacionalización de los bancos y de los grandes monopolios, el no pago de la
deuda, etc.; “en camino al socialismo”.
Fue
con el derrumbe de la
ex URSS (1989-1990) y la campaña mundial del imperialismo sobre la “muerte del
socialismo”, que toda esa “izquierda” hizo su renuncia formal a la lucha
revolucionaria y aun a sus sueños de un futuro socialista. Enterró su viejo
programa y lo reemplazó por otro de humanización del capitalismo neoliberal.
De aquí surgen
los proyectos de Susana Villarán, el Frente amplio y ahora JP, que de “izquierda”
solo conservan la etiqueta.
El programa de JP
En
cada intervención Verónika habla de realizar cambios de “fondo” y reformas
“estructurales”. Pero en concreto no plantea ninguna medida de esa implicancia sino
solo medidas limitadas y parciales.
Su
programa plantea un plan de viviendas populares, boletos únicos en el sistema
de transporte metropolitano, extender los servicios de agua, desagüe e internet,
mejorar el salario mínimo, respetar los derechos laborales, etc. En campaña,
sabemos cualquiera suscribe estas propuestas.
Lo
más “radical” que se le cuestiona es su propuesta de Asamblea Constituyente (en
la que coincide con Acción Popular). Pero la AC en sí misma no es una
alternativa “radical” al capitalismo sino una salida democrática dentro de
ella, más si se la plantea como un “nuevo pacto” con la burguesía. Verónika
cree que sentándonos con los representantes de la CONFIEP vamos a conseguir resolver
nuestras demandas, cuando esta será posible solo con la lucha franca y abierta
contra ella.
Se
puede alegar que en medio de tanta fauna reaccionaria estas propuestas son
“progresistas” y que justifican el apoyo y voto por JP y Verónika. Respetamos a
los que piensan así. Pero hay que empezar por reconocer que es un proyecto
distinto al proyecto socialista y revolucionario, como el que defendió
Mariátegui en su tiempo, y como el que hoy defiende el PST ante la crisis que vivimos.
Creemos
que no se puede parchar lo que está podrido sino que necesitamos ir a la raíz
del mal. Y la raíz es el dominio del imperialismo que saquea al país asociado a
los grandes capitalistas nacionales; es su dominio sobre las minas, la energía
y la gran propiedad, lo que nos mantiene en el atraso y sobre la que fundan la
explotación y opresión de los trabajadores y los más pobres. Ir a esta raíz del
mal, es decir romper con el dominio imperialista y capitalista, es hacer una
revolución socialista. Por eso desde el PST planteamos la vigencia y actualidad
del programa socialista, y por eso construimos un partido revolucionario, como
en su tiempo lo intentara Mariátegui.
El destino de los reformistas
Lo
más penoso de esta “izquierda” es que ni siquiera alcanzan a cumplir los que
ofrecen, al mismo estilo de los partidos de la burguesía.
En
JP, como prueba de los cambios que ofrecen, se refieren al ejemplo de Evo Morales. Pero esta comparación es arbitraria.
Evo fue colocado en el poder a caballo de dos revoluciones protagonizadas por
los obreros y el pueblo bolivianos, con enfrentamientos en las calles y
numerosos muertos que derrotaron a dos gobiernos burgueses y proimperialistas (Sánchez
de Lozada en 2003 y Carlos Meza en 2005). Lo que hizo Evo fue dar concesiones (dentro
de los marcos del neoliberalismo) para que no avanzara la revolución.
JP,
en cambio, pretende que solo con un triunfo electoral hará los cambios que
ofrece. A diferencia de Bolivia, en Perú la burguesía goza de buena salud y
tiene todo el poder para condicionar a quien asuma el gobierno.
Al
respecto la experiencia de Ollanta Humala el 2011 es muy ilustrativa. Ollanta
pasó a la segunda vuelta gracias al inmenso apoyo popular a su programa de la “Gran Transformación”, donde prometía
poner fin al neoliberalismo y
enterrar la Constitución de Fujimori. Pero para ganar en segunda vuelta Ollanta
necesitaba la venia de la burguesía. Por eso optó por abandonar dicho programa y suscribir una llamada “Hoja de Ruta” en la que se comprometió
(inclinándose bajo los grandes empresarios), a continuar con el modelo
neoliberal. Así lo hizo. Ganó y gestionó un gobierno que fue continuista y
servil de la CONFIEP, hasta en la metida de uñas en la corrupción de Odebrecht.
Muchos
después acusaron a Ollanta de “traidor”. Pero en ese momento toda esa izquierda
lo apoyó en dicho giro y la misma Verónika era del círculo de gobierno.
Si
ahora, en campaña, Verónika ofrece mucho menos de lo que ofrecía Ollanta y se
empeña en “desmontar ese
fantasma de que odiamos a los sectores pudientes”, como declara, ya podemos
imaginarnos cómo doblará la espalda en caso pase a la segunda vuelta y, sobre
todo, si llega a Palacio.
Como
se ve, estos giros están guiados por el puro interés de captar votos y para
ganar como sea, porque el otro interés tan viejo como la república es la
ambición por los cargos públicos. No es casual, entonces, que los mismos que hoy
integran el equipo de gobierno de JP (Pedro Francke, Humberto Campodónico,
Oscar Dancourt, etc.), son los mismos que integraron el equipo que llevaron a
gobernar a Ollanta y a Susana Villarán y que fueron claramente antiobreros.
La buena noticia
Pese
a todo lo que decimos, muchos luchadores --ante la falta de alternativas--, es
posible que se inclinen a votar por Verónika. Votando o no por ella lo
importante es que sepamos a qué nos atenemos para luego no sentirse
“traicionado”. Pero sobre todo para saber que más que de nuestro voto todo
depende de nuestra organización independiente y de la lucha que realicemos. Las
elecciones pasan y no cambian la vida de los trabajadores. Solo lo hace la
lucha.
Identificando
así de manera clara la diferencia de los proyectos que dividen a la “Izquierda”,
podemos optar por uno u otro ahora o más adelante. O por la “izquierda” que
reduce todo su programa a una lista de medidas que equivalen a quitarle un pelo
al lobo mientras se monta sobre él, o por el programa para la revolución
socialista en el país.
Pedro Castillo y el programa de Perú Libre pondrá fin a la era neoliberal!
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