HUELGA AGRARIA: PRIMERAS LECCIONES DE UNA VICTORIA


 La poderosa huelga de los trabajadores del campo arrancó la derogatoria de la ley que por más de veinte años mutiló sus derechos y creó un reino de abusos patronales.


A estas horas que aún no se apagan las hogueras ni desaparecen las piedras que cubrieron los bloqueos de amplios trechos de la Panamericana Norte y Sur, los activistas, más que celebrar, balancean la experiencia vivida y discuten las próximas tareas. Y no les falta razón: esta lucha continuará.

La lucha, en definitiva, fue dura y frontal, y la más importante y ejemplar que ha librado la clase obrera en muchos años, concluyendo en una victoria importante. Por eso, es una necesidad que todo luchador o luchadora de la clase obrera reflexione en profundidad sobre ella.

El triunfo obtenido no es un hecho menor como se lo pretende pintar desde la orilla patronal. Es cierto que no resuelve las aspiraciones a un salario justo y a una vida digna para los trabajadores, y por eso esa lucha continuará. Pero al liquidar una norma que discriminó, humilló y robó derechos por más de dos decenios a un segmento importante de la clase trabajadora, lo hace un triunfo colosal, y por eso lo celebramos, y lo celebramos a los cuatro vientos porque de estas victorias, que son productos de grandes luchas, está hecho el camino de construcción del poder de los trabajadores. Y el poder de los trabajadores es lo que necesitamos poner en pie para ofrecer una salida de fondo a la crisis histórica a la que nos ha conducido la burguesía.

La furia contenida en el sector por años de explotación y humillación se soltó en una coyuntura donde el régimen fue agrietado por la reciente rebelión juvenil y popular y cuya máxima expresión es la soledad y debilidad que muestra el Gobierno Sagasti. Una de esas debilidades notables es la limitación de la respuesta represiva del Estado por la crisis en que fue sumida la PNP por las movilizaciones de noviembre. Ante esto, hay un acuerdo general de los diversos sectores burgueses para sostener a Sagasti, pero la continuidad de las disputas interburguesas muestra que nadie está dispuesto a enterrar con él sus aspiraciones de ganar en las elecciones de abril.

Que la rebelión juvenil y popular de noviembre abrió también un ascenso general, lo muestra el hecho que la misma situación de la lucha agraria se vive en diversos sectores: en Las Bambas (otro bloqueo comunitario), en las minas (huelga en minera Los Quenuales y bloqueo de la Carretera Central por los obreros de La Oroya) y numerosas fábricas de Lima, y que se fortalece y extiende con cada victoria.

Pero lo nuevo no son estas luchas, que por oleadas siempre mantuvieron presencia en la etapa anterior. Lo nuevo es la irrupción de los sectores más oprimidos y explotados, los más postergados de nuestra sociedad, y por ello de los menos organizados. Así, no es casual que la huelga agraria no haya sido una huelga convencional sino una huelga de la clase obrera organizada en asambleas barriales y piquetes y que su método haya sido el bloqueo de carreteras y los ataques a los símbolos de la violencia patronal. Es posible que esta situación se extienda a nuevos sectores donde perduran demandas sin resolver, y agravados en la crisis de la pandemia.

Ante esta situación, todo el frente de la burguesía está asustado, pero tiene una salida: administrar la crisis hacia las elecciones que se realizarán en cinco meses, y volcar todas sus fichas a ellas para que resulte elegido uno que le garantice recuperar la estabilidad que necesita. Pero esta “salida” es más un sueño porque entre la sarta de aventureros e improvisados que postulan ninguno –ni el más patronal de ellos-, le asegura captar la confianza de la población. En realidad, dichas elecciones serán solo una estación de la continuidad de esta crisis.

En este contexto, los trabajadores y el pueblo pobre tienen posibilidades de continuar extendiendo sus luchas a nuevos sectores y de arrancar sus reivindicaciones. Es posible que así sea con los que salgan a luchar estimulados por el triunfo de los obreros del campo. Los trabajadores municipales del país, por ejemplo, pueden arrancar la eliminación de la tercerización y su pase a planilla --lucha que impulsa el Sitobur y cuyo primer paso ya se logró en el Congreso--, y que también puede convertirse en otra victoria de otro de los sectores más explotados de la clase obrera.

Pero los sectores fabriles enfrentan el problema de la pequeñez de los sindicatos y el enredo de la lucha dentro de la legalidad establecida con restricciones al derecho de huelga, el “derecho” patronal a negarse a negociar los pliegos, los eternos trámites para enfrentar los ceses colectivos y los despidos, etc. Todos ellos vienen de esta dura experiencia que no les deja opciones. Pero hoy la situación es distinta y se puede identificar otros caminos: es preciso unificar la respuesta obrera en torno a demandas concretas para ir por las soluciones que se necesitan.

Lo mejor es un Paro Nacional y un Plan de Lucha instrumentados desde la central. Pero la central no los va a hacer porque su política es colaborar con el gobierno y dedicarse a las elecciones. Al menos no las va a hacer mientras las bases no se movilicen y las reclamen. Solo veamos el hecho que las dos grandes victorias conquistadas en menos de un mes (la caída de Merino y de la ley de promoción agraria) no pasaron por la CGTP sino fueron logros de la lucha surgida desde abajo. Entonces, sin dejar de emplazar a la central a que asuma su responsabilidad, las bases en conflicto deben tomar en sus manos la búsqueda de salidas.

Por ejemplo, hay dos experiencias que deben ser potenciados. Una es la solidaridad con los conflictos: un sector de bases ha comprendido que hay que apoyarse mutuamente y toman iniciativas para unirse en torno a las protestas que convoca cada base. Hay que acrecentar esta iniciativa, ahora hay que hacerla con la huelga que iniciará el SITOB. La otra es el paso que se dio hace un año unificando a las bases en cese colectivo -- iniciativa que fue diluida por los ataques de la cúpula de la CGTP--, y que puede ser retomada con mejores bríos porque los ceses se extendieron a otras bases y es necesario darles unas solución ahora, canalizando la exigencia al Gobierno.

En cualquier caso, necesitamos avanzar en el camino de la autoorganización desde abajo. Para ello, todo depende de que los luchadores más conscientes hagan los esfuerzos por unificar y centralizar sus luchas y pasen a la acción. Si se quiere, esta es la más importante lección que nos deja la lucha victoriosa y heroica de los obreros y obreras del campo.

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