LA CLASE OBRERA Y LA CONSTITUYENTE
¿La salida es reformar y recrear el capitalismo y su Estado, o derribarlos y establecer un Gobierno de los Trabajadores?
Sin
embargo, muchos muestran desazón por la elección del nuevo presidente Francisco Sagasti, un miembro “presentable”
de la clase gobernante que lo primero que ha hecho –como es lógico y natural--,
es ratificar la continuidad de la política económica capitalista que nos ha
conducido a la actual crisis de magnitud histórica.
La
lucha tiene que continuar, ahora contra
el nuevo representante de la CONFIEP y de las multinacionales y por las
demandas obreras y populares para que se combata de manera efectiva al covid y
se atienda la salud del pueblo pobre, imponiendo un impuesto a las ganancias;
para que los empresarios paguen la crisis y no los obreros con suspensión
perfecta, ceses colectivos y cierres de fábricas; para que los oligopolios mineros,
bancos y farmacéuticas que parasitan con la crisis haciéndose más ricos, sean
expropiados para financiar a los más pobres de la ciudad y del campo, la
educación y los servicios que carecemos. Y, por supuesto, para que se ponga en
la cárcel a todos los corruptos y corruptores, y asesinos y represores, empezando
con Merino y Vizcarra.
Todo
esto es importante: pero plantean la necesidad de una salida de fondo porque
estamos ante el hundimiento del sistema económico y político de la burguesía y
del imperialismo. Ante ello, desde varios sectores se plantea como salida una Asamblea Constituyente para una
nueva Constitución. ¿Es así?
Para
empezar, hay que decir que estamos por esta reivindicación democrática, más aún
si es abrazada por amplios sectores populares y de la juventud, y no solo vamos
a acompañar la lucha sino que nos pondremos en la primera línea de combate para
conquistarla. Pero opinamos que no es la salida.
La
propuesta de AC se plantea en todos los tonos, desde la democracia liberal (César
Hildebrant, por ejemplo) que busca reconfigurar un Estado Burgués “decente”, hasta
la izquierda pequeñoburguesa, que en
esencia busca lo mismo aunque difiere en la forma.
En
esta “izquierda” el amplio sector que participa en las elecciones y se agrupan
en torno a las candidaturas de Mendoza y Arana (y de sus seguidores en la CGTP),
se refiere a la AC no como una bandera de lucha para la movilización, sino como
un medio de negociación con la
burguesía. Así lo hemos visto en la CGTP, cuando pedía diálogo al ilegítimo y golpista gobierno de Merino. Así también lo hacen
Verónika Mendoza y Marco Arana (y
toda la “izquierda” que los siguen), porque al mismo tiempo que pregonan “AC”
aceitan su campaña electoral, confirmando que usan dicha propuesta con fines oportunistas
y electorales: si honestamente están por la salida de Constituyente deberían
declarar la lucha franca y abierta por ella (y en eso tendrían todo el apoyo
obrero y popular), pero no, en lugar de
eso dejan la calle y promueven que los luchadores la hagan también, para
dedicarse a la campaña electoral.
Desde
el ala “radical” de esa izquierda, se habla de una Asamblea Constituyente Popular (algunos agregan “revolucionaria”), con
un llamado a la lucha y a la movilización. Pero en esencia, los cambios que
promueven son por dentro del capitalismo pero adornados con verborrea revolucionaria,
por lo que no resulta extraño que sus héroes sean Chávez y Maduro, quienes pretendiendo reformar al capitalismo solo
terminaron como dictadores que llevaron a la ruina al hermano pueblo de
Venezuela.
Pero,
más allá de las formas, ni a uno ni a otro les falta razón cuando en esencia se
refieren a la AC como una propuesta para reformar
al capitalismo y su Estado en algún grado, no para derribarlos.
Y
es así por la sencilla razón de que la AC es producto de elecciones burguesas y
ella misma es una institución burguesa, y por vía electoral y aun alcanzando
una alta representación de “izquierda”, solo se puede aspirar a reformas porque
el poder real lo sigue teniendo la burguesía. O, mirándonos en el espejo de
Venezuela, podría servir a los fines de empoderar en el poder a otro aspirante
a dictador de “izquierda”, al estilo de Chávez o Maduro.
Por
supuesto, no es malo luchar por cambios o reformas porque al final de cuentas
eso es lo que hacen los trabajadores y jóvenes todos los días. El problema con
la AC es que no solo no es una salida a la crisis actual sino, además, puede
convertirse en una trampa para el proceso iniciado.
Al
reconocer con todas sus letras lo que es la reivindicación de AC, empezamos por
un punto que puede ayudar a clarificar la discusión. Porque, en nuestra opinión,
la salida a la actual crisis no es la reforma del Estado burgués sino su destrucción
para construir otro nuevo, no es reformar al capitalismo parasitario sino
enterrarlo para construir otro nuevo. La solución no es la reforma sino la
revolución. Y la única opción ante el Estado Burgués es un Estado Obrero, la
única opción ante el Capitalismo es el Socialismo, y la única revolución
posible es la Revolución Socialista que es aquella que coloca a la clase obrera
en el poder.
Por
eso la verdadera salida a la crisis actual no es la AC sino la lucha de fondo
por un Gobierno de los Trabajadores,
que es el único que realmente puede acabar con la corrupción y el atraso, con
la falta de empleo y trabajo digno, con los monopolios y la dependencia del
país, con la falta de libertades y democracia. Incluso es la única garantía para
que se realice una Asamblea Constituyente democrática que realice los
verdaderos cambios por la que luchan la juventud, el pueblo pobre y los
trabajadores, y no para volver a ser engañados una vez más.
Cuando
hablamos de salida de fondo no estamos hablando de una tarea inmediata o de sus
posibilidades. Estamos hablando de una orientación o estrategia, de una tarea que
se deriva del hundimiento del ordenamiento capitalista y su régimen.
El
problema de los compañeros que se llenan la boca de radicalismo es que, al
mismo tiempo que reconocen la crisis del capitalismo y de su régimen, plantean
salidas burguesas y electorales, es decir plantean recrear el mismo sistema y
sus instituciones que son precisamente las que han fracasado y a la que debemos
hundir y no rescatar, con lo que únicamente contribuyen a confundir a los
trabajadores.
En
resumen, y para que no haya duda: hay que luchar no en los escritorios sino en
las calles por la AC, no en las mesas de negociación sino impulsando y
promoviendo los organismos de lucha
del movimiento de masas, para ir al Paro y la Huelga General, y hacer la
revolución. Pero sabiendo que ninguna AC convocada bajo el poder de la
burguesía resolverá las aspiraciones de fondo, sino solo mediante una
revolución que instale un Gobierno de los Trabajadores.
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