LEÓN TROTSKY: 80 AÑOS DESPUÉS

 

Frente a la tragedia que vive la humanidad, la memoria del viejo revolucionario es la imagen viva y heroica de la revolución socialista, como alternativa ante la barbarie a la que nos lleva el capitalismo.


Al cumplirse 80 años de su muerte una serie de homenajes se tributan en el mundo a León Trotsky, el revolucionario ruso que lideró junto a Lenin la gran Revolución de Octubre de 1917, que por primera vez condujo al poder a la clase obrera, representando una salida superadora a la barbarie capitalista de entonces. Muy lejos de cualquier ritual o culto a una personalidad, el mensaje que con este homenaje queremos entregar desde el PST y la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT CI) a los que día a día luchan enfrentando el hambre y la pandemia, es muy claro: la tarea es prepararnos para hacer la revolución socialista, aquí y en el mundo.

Tras la muerte de Lenin ocurrida en 1924, Trotsky encarnó la herencia de la Revolución Rusa  y libró una lucha tenaz contra la degeneración stalinista y en defensa de las conquistas de Octubre, lucha que se plasmó en la fundación de la IV Internacional, cuyas bandera levantan en la actualidad decenas miles de militantes en el mundo. Pero fue derrotado, él mismo fue asesinado por un agente de Stalin el 20 de agosto de 1940, decenas de miles de los que resistieron junto a él también fueron asesinados, y la misma IV Internacional fue diezmada. Esto ocurrió como producto de una larga etapa de derrotas de la clase obrera y de triunfos contrarrevolucionarios como el fascismo, que desembocaron en la carnicería de la II Guerra Mundial. De la guerra saldrían victoriosos el imperialismo democrático y el stalinismo. El escenario posterior a la guerra sería de ascenso revolucionario pero bajo conducción stalinista, que ampliaría su influencia con el triunfo de la revolución en China, Vietnam y Cuba, estableciendo nuevo Estados Obreros burocráticos y deformados. En este periodo, el espacio para las incipientes organizaciones trotskistas que, además, seguían perseguidas y calumniadas, como ocurrió con Trotsky, era estrecho.

40 años después de la muerte de Trotsky, entre 1989 y 1991, se produciría el colapso de la ex URSS y del llamado “campo socialista”, y con ellos del aparato stalinista, produciendo un cambio significativo en la escena mundial y al interior del movimiento obrero. La IV Internacional se había planteado como tarea el derrocamiento de la burocracia y el establecimiento de un régimen obrero democrático; desde 1953 en Berlín hasta 1980 en Polonia una serie de levantamientos obreros se sucedieron colocando a la orden del día esta tarea, pero sin dirección (la IV Internacional aún pagaba el precio de la persecución descargada sobre ella), fueron derrotadas. Trotsky había previsto una disyuntiva para la URSS: si los trabajadores no derrocaban a la burocracia y recuperaban el poder, sería llevada a la restauración capitalista por la misma burocracia. Esto es lo que sucedió: la burocracia condujo a todos estos países de vuelta al capitalismo. China y Cuba también se encaminaron por esa vía, aun dirigidos por los partidos comunistas que bajo su nombre esconden la conducción de duros regímenes dictatoriales al servicio del capitalismo.

Al caer la ex URSS se cayó también el principal aparato que amamantaba a los partidos comunistas del mundo entero, liberando a las masas de su férreo control y abriendo posibilidades para las corrientes revolucionarias. Pero este camino no estaba libre de obstáculos. El fracaso del stalinismo fue vendido al mundo entero y en particular a la conciencia de los trabajadores, como el “fracaso” del socialismo, o su inviabilidad. Lo agentes capitalistas alimentaron esta idea para asentar sus ideas neoliberales, conquistar nuevos mercados y ampliar su control del mundo. Los herederos del stalinismo la usaron para reconvertirse en los nuevos reformistas, levantando como todo programa la lucha por un mundo mejor dentro del capitalismo, para lo cual centraron su accionar en las elecciones y la conquista de puestos parlamentarios; así aparecieron nuevas formaciones, (Frente Amplio y Nuevo Perú aquí y Syrisa y Podemos en otras latitudes) a la que le capitularon amplios sectores de la antigua izquierda revolucionaria.

El ascenso del capitalismo neoliberal se expandiría a lo largo de 30 años, y llegaría a su fin hacia el 2008-2009, iniciándose una nueva larga crisis. Diez años después de iniciada ésta el mundo iba camino a otra recesión de proporciones, abriendo a su paso crisis y estallidos revolucionarios en diversas regiones, como las que vimos a fines del año pasado en Ecuador, Chile y Bolivia, hasta que apareció la pandémica. Pero la pandemia no ha hecho más que profundizarla y exacerbarla al extremo, como lo vemos en la inmensa hambruna, el desempleo y las muertes de millones que se extienden por el mundo en un proceso que recién ha empezado. La respuesta capitalista a la pandémica no podía ser de otro modo. Pero el capital solo puede infligir estos inmensos golpes a las masas gracias a la capitulación de los reformistas que han renunciado a dirigir toda lucha.

De esta nueva realidad mundial aún las masas no son plenamente concientes, afligidos como están tratando de sobrevivir. Pero pasada la pandemia, cuando vean la dimensión de la catástrofe y conozcan toda la verdad, habrá disposición para pelear. Las primeras manifestaciones lo vemos en las movilizaciones de tipo insurreccional que se han extendido por todo EEUU, el corazón del imperialismo, a causa del asesinato de George Floyd. La realidad indiscutible que presenciamos hoy es que el capitalismo nos lleva a la barbarie, y esta golpeará duramente sobre el pellejo y la conciencia de los trabajadores. La posibilidad de un nuevo renacimiento capitalista sólo es posible bajo el costo de millones de muertos y otros millones hundidos en la hambruna, como sucedió en las dos guerras mundiales. Y la única forma de evitarlo es con una revolución que expropie a la burguesía y ordene la economía en función de los intereses y las necesidades de las mayorías, como lo hicieron los obreros rusos en 1917.

Pero para que esta salida sea posible también se necesita un partido que la haga posible, como hizo el partido de Lenin y Trotsky en 1917. Esto es lo que nos proponemos clara y firmemente el PST y los partidos de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT CI), continuadores fieles de la gesta de Octubre, y a la invitamos a ser parte a los honestos y consecuentes luchadores de la clase obrera y de la juventud.

Esto es lo que también marca a fuego nuestras diferencias con el nuevo reformismo en todas sus variantes: ellos buscan tirarle un salvataje al capital mientras engañan a las masas ofreciendo reformarlo, levantando un muro para encuentro de las masas con el programa y la dirección revolucionarias.  

Trotsky, la IV Internacional y las decenas de miles que cayeron defendiendo sus ideas bajo la persecución feroz del stalinismo y del capital, no solo nos legaron estas enseñanzas sino, además, lo hicieron con transparencia. Ellos dijeron el camino no es el parlamento sino el de las luchas. No es el de la elección de congresistas sino el de la organización independiente y democrática de las masas. No es el voto para llegar a Palacio sino es el despertar la fuerza y la confianza de las masas en sus propias fuerzas, para trazar el asalto del poder.

Por eso mismo, cuando algunos hablar de Octubre y de Trotsky mientras alzan sobre sus hombres a reformistas consumados (Marco Arana, Verónika Mendoza), mientras hacen cálculos mirando las próximas elecciones, nosotros les decimos: se engañan y engañan a otros, porque en la práctica lo único que hacen es manchar el legado y el nombre de quienes equivocadamente homenajean, porque entre esos señores y Trotsky hay la misma diferencia que existe entre revolución y reformismo de viejo cuño.

En su lecho de muerte el gran revolucionario dejó este último mensaje: “dígale a mis amigos que estoy seguro del triunfo de la IV Internacional”. ¡La victoria de la IV Internacional será la victoria de la revolución socialista!

 

 

 

 

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