Y AHORA: ¿“SÁLVESE QUIEN PUEDA”?


Negando la realidad, falseando cifras y con recargada demagogia, Vizcarra nos lleva a una situación que en términos sencillos significa “sálvese quien pueda”.

Bajo la forma de una nueva ampliación de la cuarentena Vizcarra declaró en los hechos la normalización de actividades, manteniendo la continuidad de ciertas restricciones. No otra cosa se puede llamar a la reapertura del 80% de la economía, que comprende hasta los oficios menores, y que permitirá una salida masiva a las calles desde este lunes 25.

En realidad, desde la prórroga anterior la cuarentena ya era acatada de manera parcial, y el mismo gobierno había relajado los controles, por lo que su levantamiento se venía venir. Dar este paso significaba para el gobierno admitir que había fracasado. Pero pedirle eso es mucho. El paso de declarar una “cuarentena” que ya no es cuarentena porque se permite la movilidad de un amplio sector, tiene la finalidad de seguir culpando a la gente por el crecimiento de los contagios, que es lo que desde el inicio ha venido haciendo Vizcarra para disimular el fracaso de su plan. Solo que esta vez sus consecuencias serán catastróficas.

Esta forma de actuar la observamos en todos los actos del gobierno. Vizcarra y Cía. actúan y se expresan como si ya hubieran cumplido su objetivo de controlar la pandemia y que por eso empezamos a “normalizarnos”, cuando la realidad muestra todo lo contrario. Hasta ha denominado a esta nueva etapa como “Ciudadanos hacia una nueva convivencia social”, que podría tomarse como una frase más a la que nos tienen acostumbrados, si no fuera porque bajo ese epígrafe ahora habrá una mayor cuota de enfermos y muertos.

Hablan los hechos
Vizcarra –ni sus ministros—ya no habla de que estaríamos por llegar al pico de los contagios porque los hechos de cada día muestran que la curva ascendente no para. Peor: la apreciación más común entre los especialistas es que el ascenso de contagios va a seguir escalando por algunas semanas más, luego, dicen, es probable que se mantenga sobre una “meseta larga”, como ha explicado el ministro del sector. Hoy la crisis se concentra en Lima, el Norte y el Oriente, y se ha iniciado en Arequipa desde donde se extenderá a todo el Sur; después vendrá la sierra central.

La propagación del virus se dimensiona con un factor (R), y se estima que se llega a controlarla cuando se ubica por debajo de 1 y que se sigue propagando cuando se ubica por arriba de él. 70 días después de cuarentena, de las multiples medidas tomadas y de sus marchas y contramarchas, el factor sigue ubicado por encima de 1, es decir, continúa escalando. Por eso observamos que en los últimos 15 días la cifra de contagios como de fallecidos se ha duplicado. Y que hoy, medido solo por el número de contagiados, el Perú ostenta el récord de ser el segundo país después de Brasil en América Latina. Y eso, por supuesto, con cifras maquilladas, porque hay tantos contagiados a quienes ni llegan a realizarles las pruebas, y sobre los fallecidos, los mismos medios (por ejemplo El Comercio) se han encargado de demostrar que serían 8 veces más de lo que se informa de manera oficial.

Esto explica por qué hace rato que el sistema sanitario se encuentre colapsado. Rosa López, coordinadora de UCI del Guillermo Almenara, manifestó: “Tengo 10 fallecidos en la UCI, tengo una avalancha de pacientes que demandan camas. De dónde me dicen a mí que llegamos a la meseta si no nos damos abasto, este pico no es pico en realidad.” (Correo 16.05.20). El diario El Clarín de Argentina, en un recuento sobre la epidemia en Perú que titula: “Pandemia se descontrola entre pobreza y una gestión deficiente” (22.05.20), dice refiriéndose al Hospital Hipólito Unanue de Lima: “El hospital parece un cementerio de cadáveres, los pacientes mueren en sus sillas.”

Por su parte, diversos organismos oficiales se han encargado de confirmar estas denuncias con diversos informes. La Defensoría del Pueblo: En el Hospital Loayza 60 pacientes pernoctan en sillas de ruedas, compartiendo el oxígeno en turnos de 12 hrs. En los hospitales existen largas listas de personas a la espera de la visita de los equipos de “atención rápida” y a pesar de los síntomas que presentan no se les hace ningún monitoreo presencial. (Gestión 22.05.20). La Contraloría de la República: hay nosocomios que enfrentan la pandemia con 30% de sus profesionales de salud pues el resto solicitó licencia por formar parte de la población vulnerable, y que sólo hay 294 médicos intensivistas cuando la realidad demanda 800; y concluye, que “hay una enorme precariedad del sistema de salud”. (Ídem.)
El mismo día que Vizcarra hablaba ante la prensa sobre “la nueva convivencia”, en el Hospital Alberto Barton del Callao, el personal asistencial de enfermería realizaba un platón expresando malestar por la enorme presión que sufren para atender el desborde de casos, y exigiendo que se les realice pruebas por el crecimiento de los contagios entre ellos mismos; situación que se vive en todos los nosocomios del país.

El impacto de las nuevas medidas
Si esta es la realidad hoy, no hay ninguna duda de que con la nueva apertura se dispararán los contagios y las muertes. Si países con muchos más recursos que los nuestros vienen sufriendo rebotes en sus medidas de reapertura, no hay motivo para pensar que aquí no sucederá lo mismo, o que será peor. ¿Alguien cree en la efectividad o en el cumplimiento de los llamados protocolos de seguridad que deben usar las empresas? Solo veamos lo que ha sucedido en las fábricas y minas operativas con cada vez más contagios y muertes; no hay duda que esa es la situación que les espera a los que se reincorporen a trabajar desde el lunes 25. ¿Y es posible que se “respete” las medidas de distanciamiento social en un país donde la mayoría se traslada en medios de transporte abarrotados y por horas? Imposible. Además, se ha autorizado a trabajar a los “independientes” (con los masivos despidos en la cuarentena ahora alcanzan a más del 90% de la PEA) quienes saldrán a buscarse el pan porque a muchos ni les ha llegado el miserable bono del gobierno, ni tienen AFP ni CTS.

Decir todo esto, sin embargo, parece que ya no es nada nuevo ni para los de arriba ni para los de abajo porque se los asume como “inevitable”. Los de arriba, incluido el gobierno, porque para ellos se trata de volver a mover los negocios que generan ganancias (aún resuena lo que dijo María Isabel León, de la Confiep: “no podemos vivir en cuarentena”); aunque ello implique implantar la política del “contagio comunitario”, como en la práctica se está haciendo, con lo que significa en cuanto a crecimiento exponencial de enfermedad y muertes, y aunque eso los obligue a correr cada vez más detrás de casos como el presentado en Iquitos. Son, para ellos, los “costo” menores.

Para los de abajo son los costos mayores porque son los que ponen los mayores sufrimientos y hasta sus propias vidas. No obstante, para los colocados en “suspensión perfecta”, sin salarios y amenazados de perder el empleo; para los desocupados, ambulantes e “independientes” que desesperan de hambre, para todos ellos la reapertura aparece como un alivio. Ahora que vivimos entre dramas y tragedias, es posible que no queda nadie que no entienda la necesidad del aislamiento social, pero al mismo tiempo hemos sido forzados a salir a la calle --y ahora autorizado por el gobierno--, para no morir de hambre aunque vivamos con el temor a ser contagiados.

El apoyo a Vizcarra

Pero, ¿cómo se entiende, en este contexto, el apoyo que pese a todo goza Vizcarra?

En Chile y Bolivia se vienen sucediendo movilizaciones de sectores de la población exigiendo comida a sus gobiernos. Aquí vivimos una situación peor y no pasa nada, o hay pequeñas protestas aisladas y marginales. Pese a la enorme tragedia que asola a Iquitos en la región no se ha producido hasta hoy ni una sola movilización contra el gobierno. Esto es así porque la gente cree en Vizcarra y su discurso. Cree, por ejemplo, que la misma gente es responsable del crecimiento de los contagios y no es culpa del gobierno, cuyo plan además de ineficaz y equivocado fue y es demagógico porque no tuvo ni tiene un sólido financiamiento para evitarlo. ¿Estamos entonces condenados a ir a un escenario donde aceptaremos enfermar o morir sin pelear o intentar otra salida?

Vizcarra no tiene ningún atributo especial que lo haga inmune al desgaste y la crisis. No. Simplemente la crisis nos cogió cuando su aprobación estaba en ascenso al haberse construido una imagen popular capitalizando el descrédito del fujimorismo y del régimen político presentándose como el gran “reformador”, con el apoyo del empresariado y de un amplio sector político, incluido la llamada “izquierda”. Su propia estrategia contra la pandemia no fue la misma que la de Bolsonaro y aunque fue más demagógica le permitió ganar más apoyo porque parecía estar en lo correcto. Pero ahora que ya es evidente el fracaso de su plan y que entramos a una etapa donde se agravarán los problemas sanitarios y sociales que exigirán medidas más radicales, los trabajadores y más pobres podrán ver con menos distracciones la verdadera política del gobierno, que es privilegiar la protección de los intereses de los ricos que la vida y salud de las mayorías.

Hoy Vizcarra es apoyado por el gran empresariado, los grandes medios de comunicación y los principales “opinólogos”; ni las nuevas bancadas que se formaron en el Congreso son “oposición” aunque tomen algunas distancias del gobierno por puro cálculo electoral. Lo peor es que hacen parte de este concierto la dirigencia de la CGTP, el Frente Amplio, Verónika Mendoza; es decir los que hablan en nombre de los trabajadores, aunque lo hacen de manera disfrazada y exigiendo siempre un poco más, infundiendo confusión en sus percepciones y conciencia. Con una posición política independiente ante el gobierno, hoy la clase trabajadora se encontraría en mejores condiciones para defenderse y luchar. Este es el problema central que tenemos: de dirección.

La salida por la que luchamos

Los hechos de cada día, sobre todo las que se presentarán en la nueva fase de “normalización” que se abre, golpearán duramente sobre las cabezas de los trabajadores y los lomos del pueblo pobre, empujándolos a la lucha: Hay la necesidad y urgencia de organizar la lucha para derrotar la “suspensión perfecta” y los recortes de derechos; la urgencia de luchar por comida para los sectores más pobres, por un salario para todos los desempleados, por medicinas, oxígeno, camas y atención para los enfermos, por impuesto a los ricos para financiar la crisis, etc. En todo este proceso que atravesará a cada vez más amplios sectores y en todo el país, surgirá la tarea de poner en pie nuevos organismos y al frente de ellos se colocarán nuevos luchadores y activistas.

A esos luchadores y activistas nos dirigimos para decirles: ante la defección de las viejas direcciones que, en última instancia, son responsables de habernos llevado a la situación actual, tenemos la tarea de poner en pie una nueva dirección política para que se ponga a la cabeza de esas luchas. Una nueva dirección que levante un programa obrero y popular orientado a salvar vidas a expensas de los capitalistas, un programa opuesto al que aplican Vizcarra y la Confiep y dirigido a derrotarlos con la movilización, hasta la conquista de una salida de fondo con un

Gobierno de los Trabajadores. Una nueva dirección a la con modestia pero con mucha entrega, dedica el PST y la Liga Internacional de los Trabajadores, LIT-CI.


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