VIZCARRA OPTA POR BOLSONARO Y TRUMP
REDACCION DE RED OBRERA
¿Qué debemos hacer ahora que se
reinician las actividades?
Una mezcla
de profunda incertidumbre con resignación aflige estas horas a los trabajadores
por el anuncio del gobierno de la “reapertura” de actividades desde este lunes 11
de mayo. Todos sabemos que ahora corremos más riesgo de enfermar y morir.
¿Primero la economía que la vida?
Con el
arrasamiento de la pandemia en el mundo, apareció el debate de si primero es la
vida o la economía. Por la primera opción se inclinaron muchos gobiernos aunque
a medias y demagógicamente, y establecieron cuarentenas prolongadas muy a pesar
de sus graves impactos sobre la economía; entre ellos estuvo Vizcarra. Por la
otra opción que prioriza la economía sobre vida, empujando sin piedad a sus
pueblos a la muerte, están nada menos que Bolsonaro y Trump. Vizcarra ha
saltado ahora del primer campo al segundo, al equipo de Bolsonaro-Trump, para
defender desembozadamente al capital mientras nos arroja a las garras del
virus.
Vizcarra
cambió de discurso cuando la Confiep, en días pasados, declaró: “no podemos vivir en cuarentena”,
refiriéndose, claro está, a nosotros los trabajadores pues los empresarios se
encuentran a buen recaudo en sus fastuosas residencias. A los pocos días
Vizcarra emitió un decreto ordenando la reapertura gradual de actividades. No
ofreció ninguna explicación de su cambio, y solo ofrece nuevos anuncios y
promesas pintando lo mejor que puede la nueva situación que viviremos desde el
11 de mayo.
Sin lugar a
dudas, la cuarentena ha tenido algún efecto en retener la pandemia, pero ha demostrado que no ha sido
suficiente por los graves errores e insuficiencias del gobierno, y por su misma
política de privilegiar los intereses empresariales, que han permitido que ella
se desboque. En lugar de corregir todo esto Vizcarra se tira abajo la principal
medida sanitaria de su plan que es la cuarentena, y libera las actividades. A
cualquiera le resulta fácil deducir que si con cuarentena se desataron las
infecciones y muertes ahora sin cuarentena la situación será mucho más
catastrófica.
La
cuarentena se estableció para controlar la pandemia y ganar tiempo para poner
en pie los sistemas de salud para que puedan salvar vidas. Por ello Vizcarra nos
habló que en la cuarentena compraría equipos, pruebas, camas UCI, etc. para
poner en pie un sistema de salud, y explicó que el objetivo de la cuarentena
era “aplanar la curva”, e incluso con ese mismo objetivo adicionó medidas que
serían verdaderos “martillazos”. Pero fracasó rotundamente porque no estableció
ningún sistema de salud para contrarrestar la pandemia, ni aplanó la curva; y
ahora que la pandemia se desbocó nos entrega a ella. Nos entrega al contagio casi sin socorro ni
asistencia lo que producirá numerosas muertes hasta la acumulación de cadáveres
en casas y calles, mucho más de lo que hemos visto en el mismo Ecuador.
Por qué fracasó el plan Vizcarra
Vizcarra repite
como loro que los culpables son la gente que sale y se aglomera. Si ahora que se
levanta la cuarentena sigue repitiendo que “la responsabilidad será de cada uno
de nosotros”, no puede extrañarnos que él no asuma un ápice de responsabilidad
en la tragedia que vivimos.
Por
supuesto, aquí y en China hay gente irresponsable y lumpen. Pero para el
propósito de distorsionar la verdad de fondo sirve la profusa difusión de
escenas de gente comprando cervezas como si esa fuera toda la realidad. La
verdad lo sabemos todos: la mayoría que “sale” es porque vive al día, porque no
tiene frigider “y no puede comprar para toda la semana” como lo pedía Vizcarra,
porque la “ayuda” del gobierno no llega o es insuficiente. Y porque el mismo
gobierno propició las aglomeraciones con las inmensas colas en los bancos; y por
su ineptitud para establecer control en los mercados, para ayudar a los
provincianos desempleados que huyen de Lima, por su abandono de los centros penitenciarios,
etc.
Su
responsabilidad le explota en la cara al mismo gobierno porque no brindó adecuada
protección al personal de primera línea, por eso se explica que muchos
infectados y muertos sean policías, militares, médicos y enfermeras. Por lo
mismo, tampoco estableció controles en los centros de trabajo permitiendo que
enfermaran y murieran muchos trabajadores; hasta el mismo Congreso sesionó en
medio de la cuarentena y ya vimos lo que sucedió.
Pero lo más
grave de todo esto es que 48 días de cuarentena fueron desaprovechados para
establecer un sistema más o menos completo para amortiguar los efectos de la
pandemia: aún ahora no hay hospitales equipados con sistemas UCIs y
respiradores, no hay suficientes EPP (Equipos de Protección Personal) para el
personal médico, no hay suficientes médicos y numerosos trabajadores del sector
se encuentran impagos y carecen de contratos de trabajo. Peor todavía: ni
siquiera han podido establecer un sistema de seguimiento y cerco al virus con
la realización de pruebas moleculares. A todo lo cual se agrega la corrupción
en sus mismas entrañas, que no ha perdido oportunidad de robar aprovechándose
de la emergencia.
De todo esto
es única y exclusivamente responsable el gobierno, que siguió un librero diseñado
a medida de la Confiep, conduciéndonos a una crisis mayor. Para peor ahora nos
lleva a un verdadero genocidio, sin quitarnos el dedo señalándonos que “nosotros”
somos y seremos responsables de semejante monstruosidad.
¿”Primero la economía”?
Ahora se intenta
justificar el nuevo discurso de primero “salvar la economía” porque esta se encontraría
poco más que en bancarrota: sin economía no habrá recursos para enfrentar la
pandemia, se nos dice.
Primero
precisemos: de qué economía se nos habla. ¿La del zapatero del barrio que vive
al día, o la del gran empresario minero Benavides de la Quintana? ¿La del
obrero de Celima que apenas vive de su salario, o la de su patrón Belmont que
tiene una fortuna cercana a los mil millones de dólares? Es cierto: en los
pequeños y micro empresarios que viven de su trabajo diario, en las decenas
miles que han sido despedidos, en los otros tantos a quienes se les declaró en “suspensión
perfecta” y, en general, en los trabajadores que hoy viven con temor a perder
el empleo, hay desesperación, y colocados en el dilema de morir de hambre o por
el virus optan por el peligro al encontrarse sin salidas.
Pero
Benavides, ni Belmont ni ningún gran empresario ha perdido un solo sol de sus
inmensas fortunas porque Vizcarra no solo se opone a aplicarles un impuesto por
la crisis y al contrario los asiste con millonarios créditos a interés casi “0”
y otras ayudas para compensarlos por los días de inactividad. Lo único que estos
grandes empresarios han perdido con la cuarentena es la posibilidad de que su capital genere ganancias, es
decir la posibilidad de explotar el trabajo obrero y de acumular más dinero. Por
eso, como no “ganan”, y más todavía como prevén ganar menos por la contracción
general de la economía, cierran empresas, despiden, recortan derechos,
suspenden; abonando a una crisis mayor. Así, la verdadera crisis es la que se
ha instalado en las familias obreras y pobres.
Hay recursos
suficientes y por eso nuestra prioridad debe
seguir siendo “salvar vidas”. Para ello se requiere meter mano en las
grandes fortunas. Con el valor de una sola de las grandes mineras o con un
impuesto a las grandes fortunas tendríamos suficiente para financiar la
continuidad de la cuarentena, pero sin hambre, y montar un efectivo sistema de
salud junto a la introducción de políticas más eficaces y eficientes. “Salvar
vidas” requiere en la hora actual afectar los negocios capitalistas, de
aquellos que lucraron por años del trabajo obrero, robaron y saquearon al país.
Pero esto es precisamente lo que no quiere hacer Vizcarra que ha empeñado hasta
el alma para garantizar los negocios capitalistas a costa de llevarnos al sacrificio
a los trabajadores y más pobres.
¿Por qué hemos llegado a esta
situación?
A estas
alturas es legítimo preguntarnos: ¿si luego de fracasar en su plan de “primero salvar
vidas” Vizcarra ahora nos empujan al desastre total, por qué tiene una alta
aprobación que las encuestas colocan arriba del 80%? No hay que extrañarnos: Alan
García también tuvo amplia popularidad mientras llevaba al país al desastre a
fines de los 80. La razón es simple: las mayorías creen en el discurso oficial porque
Vizcarra aparece popular con las medidas como el confinamiento, los anuncios de
inversión en salud, los bonos, etc. que aun cuando son absolutamente
insuficientes y han fracasado, y aun cuanto favorece a la CONFIEP y perjudica a
los trabajadores, las mayorías ven en su esencia “buenas intenciones”. Y lo ven
así porque las direcciones que hablan en nombre de los trabajadores: el Frente
Amplio, Nuevo Perú y la dirigencia de la CGTP, dicen más o menos lo mismo; y no
solo eso, además colaboran con Vizcarra participando en el Consejo Nacional de
Trabajo, en el Acuerdo de Gobernabilidad y ahora en el “Grupo de Trabajo
Multisectorial” con Pablo Checa, creado por el gobierno para implementar la
reapertura económica. Por eso también ninguno de ellos denuncia el cambio en la
política del gobierno.
Vizcarra
hace lo que tiene que hacer porque es monigote de la CONFIEP y el gran capital.
En cambio nuestras direcciones mayoritarias no hacen lo que deben hacer para
defender a los trabajadores, por ejemplo levantando
un programa alternativo para salvar vidas a costa de las ganancias
empresariales, y luchar por él. Estas direcciones han renunciado a dirigir
los intereses de los trabajadores, nada menos que en el momento más difícil de
nuestra historia, y se han colocado como pata izquierda del plan que nos aplica
el gobierno junto a la Confiep que busca primero salvar los negocios
capitalistas. Ellos también son y serán responsables del desastre a la que nos
conducen. Esta es la razón por la que Vizcarra goce de “popularidad” mientras
nos lleva al mismo infierno.
Por eso en
el actual momento la tarea más
importante es poner en pie una
dirección alternativa. Una dirección que
levante un programa opuesto al de Vizcarra y la Confiep, para salvar nuestras
vidas, empleos y salarios a expensas de las ganancias capitalistas. Una dirección
dispuesta a luchar por ganar la confianza de la mayoría de la clase trabajadora
y arrancarlas de la influencia de esas direcciones que cada día desnudan su
traición, y que sea capaz de defendernos de manera consecuente.
Lo que vaya
a pasar depende de cómo avancemos en poner en pie esta nueva dirección. Si no
avanzamos un ápice porque somos vencidos por la desmoralización y el peso de
los ataques confabulados de la patronal y los jefes de la central, la clase
obrera y el pueblo pobre seremos arrojados sin contemplaciones a las garras del
hambre y la pandemia. Si avanzamos, luchando en cada barrio y lugar de trabajo afirmando
posiciones, fortaleciendo al mismo tiempo a la organización revolucionaria, salvaremos
vidas, y hasta podemos evitar el desastre logrando una salida obrera y popular.
Poner en pie los organismos autónomos
y de lucha
La tarea
central aquí es la autoorganización: hay que tomar en nuestras manos la
dirección de nuestro destino. Tenemos que organizarnos y actuar. Autoorganizarnos
para luchar, asistir, cooperar; en los barrios, en el campo, en las fábricas,
en los centros de estudio. En los barrios las tradicionales Juntas Vecinales deben tomar en sus
manos el control de medidas sanitarias, organizar las ollas comunes y la
asistencia a los más necesitados y canalizar los reclamos al gobierno. En las
fábricas debemos poner en pie Comités de
Lucha y Sanidad que fiscalicen con rigurosidad el cumplimiento de los
protocolos de salud, higiene y de combate al Covid 19, acompañar la situación
de los enfermos, canalizar los reclamos hacia el gobierno cuando sea necesario
y al mismo tiempo para defendernos de los recortes de derechos y ataques de la
patronal.
La otra
tarea específica es defender los puestos de trabajo y los salarios que están
siendo atacados sin piedad. Se “normalizan” las actividades pero ya miles
fueron despedidos, otros tantos “suspendidos” y vamos camino a masivos ceses
colectivos; y seguirá creciendo con la crisis. Esta es una tarea que está en
manos de las bases y luchadores clasistas. Fue así en la lucha contra los ceses
colectivos aplicados en más de 30 empresas. Fue así en la lucha contra la ley
Pulpin y contra la reforma laboral de Vizcarra. Ahora se trata de lo mismo, de
unir a las bases y a los luchadores para dar esta pelea. Organizarla depende de
nosotros y no de las direcciones que si algo hará será ponernos cabes y frenos
como siempre lo han hecho.
Este es el
camino: para no morir por la pandemia o de hambre, y para defender el trabajo y
los salarios, hay que autoorganizarnos, para cooperar, asistir y para luchar.
Todas estas
tareas se verán facilitadas, insistimos, construyendo nuestro estado mayor, una
nueva dirección política de los trabajadores. El PST se postula para ser esa
nueva dirección. Somos pocos pero tenemos un programa y un núcleo militante que
es el único comprometido realmente con los intereses de la clase obrera, e
invitamos a los jóvenes obreras y obreros, a los luchadores y a los
agrupamientos de vanguardia, a construir juntos esta alternativa que tan
urgentemente necesitamos.
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