SE AGRAVA LA CRISIS SANITARIA
Empezamos a trepar cifras
espeluznantes, y mientras nos embiste el Covid-19, los despidos y el hambre hacen
más difícil la vida de las familias obreras y pobres, por responsabilidad del
gobierno de Vizcarra centrado en defender los negocios capitalistas.
Los
contagios han saltado de 4 mil a 5 mil diarios, y aunque se dice que es porque se
han incrementado las pruebas, lo cierto es que la tendencia ascendente de los
contagios no deja de parar.
En Lima los
hospitales ya colapsaron y no reciben más pacientes. El MINSA ahora ordena que los
nuevos enfermos se queden en sus casas ofreciendo la entrega de un pack de medicinas
a domicilio, aunque de su operatividad aún se duda mucho porque el gobierno viene
mostrando una absoluta ineficacia en todos los frentes. Hay serias denuncias
sobre muertos amontonados en el Hospital Unanue y en dos conteiner en una sede
de Lima de Esalud, porque ya no habría capacidad para cremar cadáveres.
La situación
es más dramática en el interior. A la catástrofe sanitaria que aún vive Loreto se
han sumado Piura, Lambayeque y Ancash en el Norte, y Ucayali en el Oriente. En
todos ellos se reproduce la misma situación: pacientes muriendo en las puertas
de los hospitales, cadáveres en la vía pública o en domicilios de donde no son
recogidos; en todos ellos se escuchan conmovedores gritos por medicinas o un
balón de oxígeno.
Con la
reapertura del lunes 25 la gente se ha volcado en masa a las
calles de las
principales ciudades del país, reproduciendo las aglomeraciones de siempre en
paraderos y medios de transporte. En una prueba rápida se detectó 15% de
infectados en los usuarios de El Metropolitano, y hasta de 25% en los usuarios
de la Línea 1 del Metro de Lima. Contra todos aquellos que desde la comodidad
de sus casas vilipendian a los que “rompen la cuarentena”, lo cierto es que un
sector sale a trabajar convocados por sus patronos, y otro --la gran mayoría
llamados “independientes” y los nuevos desempleados víctimas de los masivos
despidos--, salen a buscarse el pan ante la ausencia de apoyo por parte del
Estado. Adicionalmente, la ausencia de fiscalización en las empresas autorizadas
a operar está propagando el virus entre los trabajadores, elevando el riesgo de
los que siendo clínicamente vulnerables han sido obligados a concurrir por un
decreto del gobierno. En esta nueva realidad, es un hecho que las infecciones y
las muertes van a seguir cuesta arriba, agravando el dolor y sufrimiento de los
más necesitados.
Esta
situación es responsabilidad del gobierno. La primera fase de su plan fue un fracaso
absoluto por una mezcla de ineptitud, corrupción y falta de efectivo financiamiento,
entre ellas para entregar un bono verdaderamente universal para que la gente se
quede en casa. La segunda fase de reapertura de las actividades, en la práctica
significa –como estamos viendo-- que nos arroja al contagio masivo y a un
sálvese quien pueda. En esta nueva realidad, las medidas y acciones que se tomen
solo serán paliativos equivalente a intentar apagar un incendio con un vaso de
agua, mostrando a un gobierno activo mientras sigue señalando a la población como
responsable.
Hambre y despidos
Además de la
tragedia sanitaria el pueblo pobre sufre otro igual o peor: el hambre. Millones se han quedado sin
empleo. Los independientes y cuentapropistas que llegan a representar el 70% de
la PEA, no tienen forma de volver a generar el ingreso que tenían antes. En los
cerros ya se divisan banderas blancas y en algunos lugares organizan Ollas Populares para proveer de un
plato de comida a los más necesitados. El hambre en medio de una pandemia desatada
solo puede significar un camino seguro a la enfermedad y la muerte de muchos.
La situación del mundo obrero no es mejor. Con la “suspensión perfecta” 240 mil quedaron sin salarios, y sobreviven de sus pequeños ahorros (CTS y 25% de AFPs) con la confianza de que luego volverán al trabajo. Es una ilusión: la mayoría de las empresas, que se acogieron a dicha medida y a otras facultadas en el marco del DU 038, van a demorar su recuperación, lo que a decir de los expertos puede representar un mínimo de dos años, tiempo en el cual aprovecharán para desprenderse del personal “sobrante” o que consideren una “carga” por los derechos que ganaron, y en cuya bolsa incluirán a los principales activistas sindicales que siempre resultan molestosos a los empresarios.
Hay que actuar
La situación
que vivimos y que se prolongará los siguientes meses
es pues de terror. Ante ella
nada hacen las direcciones, o mejor
dicho, en la práctica colaboran con el gobierno. La respuesta debe venir de
abajo: los más pobres organizándose para exigir bono universal equivalente a un salario mínimo por cada mes de la
emergencia, y alimentos, para poder quedarse en casa. La clase trabajadora organizando
la lucha para echar abajo el DU 038 y para exigir el respeto estricto a los
Protocolos de Salud en los lugares de trabajo. Y todos juntos, a exigir al
gobierno una atención efectiva a la emergencia con pruebas, camas, respiradores,
medicinas y personal médico financiada con un impuesto a los ricos.
No aceptamos
enfermar y morir por el virus o por hambre. En tal sentido denunciamos enérgicamente
al gobierno cuyo plan se ha centrado en proteger los negocios empresariales y
no asistir al pueblo pobre y trabajador. Autoorganizados, los de abajo, saldremos
a defender nuestros derechos, trabajos, salud y nuestras vidas, con los
ejemplos que ya estamos viendo de nuestros hermanos de Chile y de Ecuador que ya
empezaron esta pelea.
¡Viva la
clase trabajadora!
¡Por un Plan
de Emergencia Obrero y Popular, y una salida de fondo con la conquista de un
Gobierno de los Trabajadores!
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