POR UNA SALIDA OBRERA Y POPULAR A LA CRISIS SANITARIA Y ECONÓMICA
Colocados ante la amenaza de enfermar y morir por el virus o por el hambre, tenemos que luchar por una salida obrera y popular.
Cada día vemos morir a familiares queridos, amigos y amigas entrañables, compañeros y compañeras de trabajo. Esto será cada vez peor porque ahora el gobierno declaró una progresiva apertura de las actividades permitiendo la movilidad y el contacto de muchas más personas, lo que ya está disparando los contagios y las muertes.
Así, asistimos en vivo a la masacre colectiva del
pueblo pobre y los trabajadores. La propia Pilar Mazzeti del comando de campaña,
dice que las consecuencias de la apertura se verán en 15 días con una alta
demanda de camas, oxígeno y respiradores, que ahora mismo no existen, aumentando
la letalidad. Cada semana aumentan las cifras: el promedio de contagios/día
pasó de 3 a 4, luego a 5 y ahora a 6 mil. Los muertos se amontonan: en Lima permanecen
hasta por 10 días porque no existe capacidad para cremarlos. El Perú se ha
convertido, junto a Brasil, en el centro mundial de la pandemia.
Entendemos la desesperación de la gran mayoría pobre
que urgidos por el hambre salen en busca del sustento de sus hogares, y de los
mismos trabajadores que colocados en “suspensión perfecta” temen pueden perder
sus trabajos.
Pero lo que hay que ver es que el retorno será peor. Con
un entorno de hacinamiento de los paraderos, el transporte y las calles, y ante
la precariedad de equipos de protección individual, nadie está libre de los
contagios. Si las grandes empresas consideradas “esenciales” no han impedido el
contagio y en algunos casos incluso han sido masivos (Minera Antamina registró
más de 200 contagiados) y hasta letales (7 muertos en Alicorp); la exposición ahora
será mayor dado que las medidas de control se han relajado y porque no existe ninguna
capacidad de fiscalización de las autoridades. Hay que decirlo con todas sus
palabras: el retorno es exponernos a
enfermar y morir más de lo que estamos sufriendo.
Pero esto todavía es poco para los empresarios. Ellos
vienen reclamando porque los Protocolos son tipo “europeos”, porque se “demoran”
los trámites que autoricen sus operaciones, etc., y el gobierno, servil a
ellos, ya tiene preparado un proyecto
para dejar que cada empresa apruebe su propio protocolo mediante una simple declaración
jurada.
Sin embargo, la realidad nos muestra que la “cuarentena”
ya no existe para todo efecto práctico. En “cuarentena” solo se mantienen la
clase media y la burguesía. Para lo que realmente está sirviendo es para
mantener cercenado las libertades y para reprimir toda protesta que hoy con
justificada razón brota en cualquier lugar y hasta puede transformarse en una
convulsión. En nombre de la “cuarentena” se cierran violentamente mercados populares,
que se han convertido en focos de infección no por culpa de los comerciantes
sino por responsabilidad del gobierno que no ha sido capaz de prevenirlo. Los
comerciantes de Gamarra impedidos de atender en sus galerías intentan
comercializar en la calle para no morir, y son reprimidos brutalmente y su
mercaderías confiscadas. Ante la inminencia de un desborde social, el premier
Vicente Zevallos aseguró ante el Congreso que la Policía Nacional estaba
preparada para enfrentar esa contingencia (ninguno de los parlamentarios, como
era de esperar, le dijo nada). Si para algo efectivo sirve la “cuarentena” light de Vizcarra, es para esto: para responder
al hambre con balas.
“¿No hay
alternativa”?
El gobierno y los empresarios nos llevan a este desastre
con el discurso de que “la economía no puede seguir parada” porque sería peor,
y sus medios difunden noticias sobre despidos, cierres de empresas, caída de la
economía y un futuro negro aun infundiéndonos más miedo. Por eso, por arriba,
ya nadie defiende el confinamiento, ni los corifeos de Vizcarra, aunque ellos
se mantienen a buen recaudo, y dan como “inevitable” la necesidad de reabrir la
economía al costo que saben pero que no quieren ver. Y en los sectores
populares hay hasta los que reclaman por una apertura total porque sienten
asfixia económica. Como clase trabajadora consciente de lo que está sucediendo
y va a suceder, no podemos y no debemos
aceptar que la única salida que queda es la que nos lleva a enfermar y a morir.
No.
Es cierto que la “cuarentena” de Vizcarra ha fracasado
rotundamente, pero no por la cuarentena misma sino porque no fue acompañada de
medidas claves que la hagan efectiva (evitar las aglomeraciones en los mercados
y bancos, garantizar financiamiento a la gente más pobre para que se quede en
casa, etc.), y por la ausencia de acciones como: pruebas masivas para focalizar
el virus, cercarlo y hacerle seguimiento; protección adecuada de los que
realizan funciones esenciales (médicos y hasta trabajadores fabriles);
equipamiento y ampliación de los centros de salud para atender a los enfermos,
etc.
¿Pero por qué Vizcarra no hizo nada de esto? Por
ineptitud, burocracia estatal, corrupción (hoy mismo la Fiscalía investiga más
de mil casos de corrupción por compras sobrevaluadas entre funcionarios del
Estado durante la pandemia). Pero sobre todo por una razón fundamental: porque no quiere tocar un pelo de los recursos
empresariales para un efectivo combate a la pandemia. Con un gotero, ineficacia
y robos de los recursos destinados, nada se puede hacer. Vizcarra se ha opuesto
a la aplicación de un impuesto a la riqueza. No quiere tocar a los monopolios
farmacéuticos ni echar mano a la inmensa infraestructura sanitaria del sector
privado para salvar vidas. No. Pero sí fácilmente les entrega 60 mil millones a
los bancos y empresas. Para distraernos, anuncia una rebajita de los sueldos dorados
de sus principales funcionarios, para no quedarse detrás de su par de Chile,
Piñera, o de Lenin Moreno de Ecuador, que pretenden paliar el odio masivo de
sus pueblos con estas posturas.
En lugar de realizar los cambios que se necesitan para
un combate eficaz a la pandemia, Vizcarra corre para adelante y declara la
reapertura. Los trabajadores y el pueblo pobre no podemos aceptar esta salida
como “única”. Una cosa es que seamos obligados a salir a trabajar o a buscarnos
el sustento por culpa del gobierno, pero otra cosa es apoyar la medida de
reapertura que nos expone a la infección y la muerte. No se trata de reclamar
simplemente la continuidad de una cuarentena que ha fracasado. Se trata de exigir
un derecho a confinamiento con protección de los empleos, salarios y asistencia
a todos con el equivalente a un salario básico, mientras se pone en marcha un
efectivo sistema de salud y se controla la pandemia. ¡Derrotar al virus y
salvar vidas es posible!
Sí hay una
salida
Pero para eso se tiene que cambiar el plan Vizcarra. No
se trata de exigir tal o cual medida aislada. Marco Arana y Nuevo Perú, que se
preparan para las elecciones del próximo año, se han dedicado a plantear algunos
parches al plan Vizcarra, donde los más radicales parecen ser el impuesto a la
riqueza y el “bono universal”. En realidad, tal como fue el voto del Frente
Amplio en contra de otorgarle “confianza” al gabinete en el Congreso, se tratan
de poses para la foto, porque en el fondo apoyan al gobierno de Vizcarra. Estas
medidas son claramente insuficientes para un verdadero plan que combata la
crisis y salve vidas. La única forma de hacerlo
es aplicando un verdadero programa de emergencia que salve vidas, trabajo y salarios
del pueblo pobres a expensas de las ganancias capitalistas. No hay otra
forma. Este es el planteamiento por el que hay que pronunciarnos y por el que hay
que luchar:
1.
Confinamiento de
la población hasta que cese la pandemia, con salarios y trabajo garantizado, con
bono para todos los que no figuran en ninguna planilla. Deben permanecer en
actividad solo los servicios esenciales.
2.
Establecimiento
de un sistema de pruebas moleculares masivas que focalicen las infecciones,
cerquen y vigilen al virus.
3.
Una revolución ya
en el sistema sanitario: contratación de médicos, compra de equipos, camas,
oxígeno, etc. La inmensa infraestructura de las clínicas privadas y los
numerosos hoteles y edificaciones empresariales, la industria farmacéutica y
toda la capacidad de la industria nacional, deben ser colocadas al servicio de
la emergencia.
4.
Financiamiento de
la crisis por los ricos con un impuesto al patrimonio y a las ganancias de las
grandes empresas. Derogatoria de todos los dispositivos que colocan dinero en
los bolsillos de los bancos y empresas, y de los que le quitan derechos a los
trabajadores (“suspensión perfecta”, obligación de trabajar a la población
vulnerable).
5.
No a la represión,
no a los desalojos compulsivos. Respeto al derecho de protesta, huelga y manifestación,
en el marco de las restricciones sanitarias.
6.
Cárcel y
confiscación de bienes para todos los corruptos que desde el Estado se aprovechan
de las necesidades de los pobres.
7.
Autoorganización
obrera y popular: Comités Populares en los Barrios. Comités de Lucha y
Sanitarios en las Fábricas. Si ellos nos condenan a morir por hambre o por el
virus, hay que actuar y luchar para salvar nuestras vidas.
Viva la clase trabajadora, la única que puede salvar
al país
Nuestras vidas son primero que los intereses de banqueros
y capitalistas
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