¿ESPERAREMOS QUE MUERAN MÁS PARA HACER ALGO?
La tragedia en McDonald´s pone al desnudo los abusos que vivimos en los lugares de trabajo
Escribe: Freddy Salazar
Muchos intelectuales
afines al empresariado (entre ellos MVLL), han escrito y siguen escribiendo --algunos
con sorpresa y otros con perplejidad-- sobre el incendio social en Chile que
acaba de cumplir dos meses, buscando explicaciones a un fenómeno que consideran
inexplicable por tratarse de “la nación más exitosa y desarrollada de América
Latina”.
Y lo hacen
mirando nuestra realidad, donde, dicen, no pasa nada y todo parece bien pese a
que nuestro nivel de ingreso per cápita es la mitad que en Chile, la inversión
en salud y educación es mucho menos y los salarios y otros indicadores sociales
son más bajos todavía.
Mucha de sus
perplejidades y sus explicaciones seguían resonando en los medios cuando se
produjo estos día la muerte de dos jóvenes trabajadores en una de las tiendas
de la cadena McDonald’s. Estas muertes revelaron las condiciones inseguras,
extenuantes y precarias en que trabajaban las víctimas, un hecho que parece
haber sorprendido a los medios y cuya denuncia se ha viralizado en las redes y desatado
muchas expresiones de indignación.
Claro, para
esos escritores acostumbrados a mentir o disfrazar la realidad, el de
McDonald´s es el caso “aislado” de un empresario al que “se le pasó la mano”, en
una realidad donde estamos mucho mejor que antes y que estaremos mejor siguiendo
la ruta del llamado libre mercado.
La verdad es
que la muerte de esos dos trabajadores: Gabriel Campos y Alexandra Porras,
ambos de apenas 19 y 18 años, no es un caso único sino la realidad del
trabajador peruano y sobre todo de los y las más jóvenes.
Las cadenas de
tiendas Ripley y Saga son las más grandes del país y en ambos se violentan los
derechos más elementales de los trabajadores: no se atiende la solución de sus
pliegos de reclamos, se traslada trabajadores de una localidad a otra para
hostigarlos y forzar sus renuncias, se les cambia de horario de trabajo, se les
sobrecarga de más funciones y en vez de aumentar sus remuneraciones se les
retira comisiones, se los despide, etc.
En el Banco
de Crédito, el más poderoso del país, la dirigente sindical Viviana López dijo ante la revelación
de los millones de dólares entregados por el dueño del Banco, Dionicio Romero,
a la campaña de Keiko Fujimori, que cuando presentan su pliego de reclamos “el
Banco siempre les dice: no hay plata”, y nunca atiende sus reclamos, con una
actitud hostil hacia la organización sindical.
En la
multinacional cervecera Ambev también ocurre lo mismo. Además, se despidió 8 trabajadores
de la planta de Motupe por ejercer su derecho a huelga, el dirigente Luis Samán
fue acusado de “terrorismo”.
En Alicorp, el
más grande oligopolio de la alimentación, el dirigente obrero
Frieder Porras fue sentenciado a 2 años
de cárcel suspendida, por ejercer sus funciones como dirigente del sindicato,
ante una denuncia de la empresa, en el marco de una infinidad de abusos que se
comete contra los obreros.
La Sociedad
Nacional de Minería y Petróleo, que agrupa a las más poderosas multinacionales
mineras afincadas en el país, no acepta negociar el Pliego Único de la
Federación de Trabajadores Mineros, derecho reconocido por ley y con sentencia
del Tribunal Constitucional, para mantener la “negociación” en separado con
cada sindicato, donde siempre pueden imponer sus caprichos.
Si esta es la realidad de las más grandes
empresas nadie puede sorprenderse de lo que ocurre en las medianas y más
pequeñas. En Hialpesa
después de 8 meses 90 obreros siguen en la calle por un cese colectivo que la
misma autoridad se ha visto precisada a declarar “improcedente”, pero no hace
nada para reponerles sus derechos y hacer que les paguen sus salarios (que
apenas superan los mil soles). En Cogorno se aplicó dos ceses colectivos y
luego de fracasar en los dos la empresa prepara un tercero, y en el camino ya
forzó a la renuncia de más de 100 obreros.
En todas
partes se sucede esta situación: los pliegos no tienen solución o se resuelven
con centavos, se colocan cámaras, se exige más producción, se persigue a los
dirigentes y activistas…
Todo esto
ocurre con el silencio cuando no la abierta complicidad del Ministerio de
Trabajo. Esto no es casual ni responde solo a la responsabilidad de la ministra
Sylvia Cáceres, porque estamos ante un gobierno que implementa una reforma que
pretende retirar y recortar derechos laborales, tal como lo consigna el gremio
empresarial (CONFIEP) en su agenda.
Lo ocurrido
en McDonald’s no es pues un caso aislado sino la expresión más brutal de una
realidad social y política que vivimos los trabajadores peruanos como
consecuencia de la política empresarial y de Gobierno.
El
secretario general del sindicato de Ambev, José
Galloso Vela, fue despedido por revelar ante los medios que la alta
gerencia de la empresa tiene diseñado y ejecuta un llamado “Plan Troya” dirigido
a debilitar la organización sindical, lo que se traduce en la persecución,
hostilización y despidos que sufren los trabajadores y sus dirigentes. En su
caso se materializó pretextando que sus declaraciones afectaban la “reputación”
de la empresa.
Esta experiencia
muestra que los empresarios implementan en cada empresa (Saga, Ripley, Hialepsa,
etc.), su propio Plan Troya dirigido a debilitar a los sindicatos y recortar
derechos a los trabajadores, como parte de la reforma laboral que promueve el Gobierno.
Toda esta
situación viene siendo respondida en cada base donde grupos de trabajadores organizados
y sus dirigentes están saliendo a pelear denunciando estos atropellos. En Saga,
Ripley, Cogorno, Hialpesa, se realizan plantones, movilizaciones y hasta
huelgas, muchas veces venciendo el miedo de nuevas represalias y despidos, pero
convencidos no solo de sus derechos sino también de su dignidad como
trabajadores.
Esto es una muestra
de que los trabajadores no están dispuestos a ser avasallados fácilmente. Pero
no es suficiente. No es suficiente porque no estamos ante casos aislados sino
ante una política general del
empresariado y del gobierno que no pueden ser vencidos en una sola empresa.
Esta
comprensión es clave, de otro modo a la larga la resistencia terminará cediendo
y las políticas del empresariado y del gobierno se impondrán, infligiéndole un
retroceso importante al conjunto de la clase trabajadora.
Por eso es
preciso unir hoy todas las resistencias, todas las fuerzas y todas las luchas
en un frente común. Somos una misma
clase que estamos enfrentando los mismos problemas derivados de una misma
política, y quedarnos cada uno en nuestra trinchera solo puede terminar beneficiando
a los planes patronales. En esta línea hay algunas iniciativas como la
solidaridad (ayer con la huelga de Cogorno, ayer con la lucha de Hialpesa y seguro
mañana con la de Saga Falabella). Pero se requiere más. Al Plan Troya hay que
oponerle un Plan de lucha centralizado y
unificado. A la Reforma Laboral de Vizcarra hay que una Plataforma Única que recoja las
aspiraciones más sentidas de los trabajadores y de nuestro pueblo.
Que la
muerte de los dos jóvenes trabajadores de McDonald´s no sea en vano y no nos quedemos
en expresiones de indignación, depende que demos este paso concreto para
cambiar nuestra actual situación.
Después de
60 días de fiera lucha y habiendo conquistado demandas importantes, Chile sigue
en las calles y es un ejemplo que nos enseña lo que podemos ganar cuando luchamos
unidos. ¡Nosotros tenemos más de mil razones para hacer lo mismo, y más!
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